Castro acostumbraba a vender los periódicos en la calle del Príncipe, a la puerta de Almacenes Alfredo Romero -actualmente Cortefiel-. Colocaba los periódicos sobre un rincón de las escaleras, tomaba varios ejemplares bajo el brazo, y con uno de ellos hacía equilibrios sobre su dedo índice sin que se le cayera el periódico o se abrieran sus páginas. Era un auténtico espectáculo. De vez en cuando limpiaba el polvo de los escalones donde tenía el resto de los periódicos moviendo uno de ellos como si fuera un abanico gritando: “¡Faro de Vigo, prensa de Madrid!”
José María Íñigo lo entrevistó en cierta ocasión en la que realizó uno de sus programas desde nuestra ciudad. Castro era un personaje muy conocido que formaba parte de la vida cotidiana viguesa de los años sesenta y setenta del siglo XX, y la estatua, realizada por el artista Jandro, fue colocada, precisamente, al principio de la calle del Príncipe.
Sin embargo, en cierta ocasión, la falta de civismo provocó que alguien le arrancara -rompiera y robara- el periódico que sujetaba con su dedo. Y se procedió a su reparación, pero duró poco tiempo, porque hace días que el periódico e incluso el dedo han sido destrozados, y un gamberro -desconocemos si la autoría es la misma- le ha colocado un preservativo en las gafas.
La primera vez que el vandalismo lo dejó sin periódico parecía el extraterrestre ET de la película de Spielberg, señalando el cielo. Ahora, con el puño en alto, parece un monumento al marxismo. Pero la cosa no tiene precisamente gracia, más bien resulta una gran ofensa a la propia ciudad de Vigo. Y lo que ahora esperamos todos los vigueses es que las cámaras de vigilancia ayuden a encontrar al culpable -o culpables- y se les aplique un castigo verdaderamente ejemplar.
Este viernes, así apareció la estatua de Manuel Castro: