Este año, a pesar de que la climatología no se presenta gélida y con las típicas lluvias fuertes e incesantes, sino con temperaturas contenidas y con un sol deslumbrante y propio de otras estaciones, ya proliferan los puestos de castañas por las calles y plazas de la ciudad de Vigo. Los hornos parecen estar estandarizados, con la forma de pequeñas máquinas de tren que humean mientras los clientes esperan, pacientes, a que la castañera o el castañero les prepare el típico cucurucho de papel de periódico con las castañas recién hechas, crujientes y calientes, casi quemando los dedos de quienes buscan en ellas el olor y el sabor de una tradición que no se pierde y que se repite todos los inviernos.