El articulista y escritor gallego Julio Camba (1884 – 1962), natural de Vilanova de Arousa, tiene en su haber excelentes obras escritas en español y quizá por eso no es de los autores más conocidos en su tierra natal, en Galicia.
Todas sus obras tienen un sello inconfundible de fina ironía y sus crónicas periodísticas han resultado únicas e inimitables. Julio Camba estuvo de corresponsal en diferentes países y eso le permitió observar de cerca distintas realidades sociales y los grandes progresos de su época, cuando las comunicaciones no eran tan rápidas como en los tiempos que vivimos. Entre sus obras podríamos destacar “Aventuras de una peseta”, “Nueva York”, “Londres”, “Alemania”, “La rana viajera”, “Crónicas parlamentarias”, “Mis páginas mejores”, “La casa de Lúculo”, y un extenso etcétera. Sin olvidar una de sus mejores obras publicada en 1934 y titulada “La ciudad automática”, en la que expone su visión del progreso de una manera crítica y divertida.
Quien haya leído a Julio Camba y, sobre todo, “La ciudad automática”, se preguntará cómo describiría estas máquinas expendedoras que ahora, rizando el rizo, se llaman “vending”. Esos artilugios son los herederos de aquellas máquinas que existían hace muchas décadas y que servían para vender tabaco. Se trataba de una especie de cajón metálico con un cristal que permitía ver las cajetillas de tabaco amontonadas según las diferentes marcas. El funcionamiento era muy sencillo: luego de introducir las monedas correspondientes al precio, se tiraba de la palanca que quedaba bajo la columna elegida y la cajetilla caía en un dispensador. Eran todo un adelanto para la época, aunque ahora parecerían rudimentarias e incluso prehistóricas, como quienes las utilizábamos.
En la actualidad, las máquinas expendedoras son mucho más modernas y automáticas y las han bautizado como máquinas de “vending”. En ellas se puede encontrar de todo: chocolatinas, chicles, teléfonos móviles y cargadores, auriculares, pequeños altavoces, bocadillos, e incluso preservativos y juguetes sexuales. Quién nos lo iba a decir a quienes ya peinamos canas.
Pero todavía se puede rizar mucho más el rizo. Hemos encontrado algunas máquinas “vending” con artículos farmacéuticos, de los que se venden sin receta médica. Y también hemos encontrado la que se muestra en la fotografía y que está a la entrada de una carnicería en la ciudad de Vigo. En ella se ofrece, entre otras cosas, pollo, hamburguesas, y todo lo necesario por si llega a casa una visita inesperada a una hora intempestiva, cuando todo está cerrado, y nos encontramos con la nevera totalmente vacía. Cabe la posibilidad de no abrir la puerta y quedar como poco hospitalarios, pero con esta máquina se puede resolver la situación. Eso sí, la máquina es muy automática, pero no vende al fiado.