El capitán Nemo narra como a finales de 1702 un rico convoy de galeones españoles procedentes de América escoltado por buques franceses, aliados de España y al mando del almirante Chateau Renault debía llegar a Cádiz, único puerto autorizado para este tipo de descargas.
El almirante francés, sabedor de que la flota inglesa no estaba lejos de la ciudad gaditana, decide ir a descargar en un puerto francés, a lo que se niegan los marinos españoles, por lo que fue elegido el puerto de Vigo para la descarga. Hubiera dado tiempo para descargar la carga de los galeones españoles en el puerto vigués, pero los comerciantes de Cádiz se quejaron al rey Felipe V y reclamaron que sólo su ciudad tenía el privilegio por ley de la descarga de los buques que venían de América.
Debido a esto no se pudo realizar la descarga de los barcos, quedando los cargamentos embargados, hasta que pasara el peligro y los galeones pudieran dirigirse a Cádiz. Sucedió que el 22 de octubre hizo su aparición en la ría de Vigo la flota inglesa. La batalla fue favorable al bando inglés y el almirante francés decidió incendiar y hundir los galeones para que no acabaran en manos británicas.
El capitan Nemo en ese momento le dice al profesor Arronax que le siga para poder ver una escena a través de los cristales del Nautilus: “En un radio de media milla en torno al Nautilus las aguas estaban impregnadas de luz eléctrica. Se veía neta y claramente el fondo arenoso. Hombres de la tripulación equipados con escafandras se ocupaban de inspeccionar toneles medio podridos, cofres desventrados en medio de restos ennegrecidos. De las cajas y de los barriles se escapaban lingotes de oro y plata, cascadas de piastras y de joyas. El fondo estaba sembrado de estos tesoros. Cargados del precioso botín, los hombres regresaban al Nautilus, depositaban en él su carga y volvían a emprender aquella inagotable pesca de oro y de plata”.
“Entonces comprendí. Estaba en el teatro de la batalla del 22 de octubre de 1702. Allí mismo se habían ido al fondo los galeones cargados por cuenta del Gobierno Español. Allí era donde Nemo, atendiendo a sus necesidades, iba a encajonar los millones con que lastraba el Nautilus. Para él, sólo para él, había dado América sus preciosos metales. El era el heredero directo y sin participación de nadie, de aquellos tesoros arrancados a los incas y a los vencidos por Hernán Cortés”.
La novela citada es publicada en 1869 con gran éxito, como todo lo publicado por Verne. Pero nueve años después el escritor francés se encontraba viajando en su tercer barco, el «Saint Michel III» camino del Mediterráneo. Verne viaja con su hermano Paul, su sobrino Maurice, el diputado Raoul Duval y el hijo de su editor Jules Hetzel Jr. Esto nos lo narra el periodista vigués Eduardo Rolland en su libro “Verne en la bahía del tesoro” gracias a su trabajo de investigación sobre los diarios del escritor francés.
Yacht de vapor «Saint Michel III», tercer barco de Julio Verne.
Gracias a Rolland sabemos que el barco es un estilizado yacht de vapor con su máquina de 25 CV con el que podía alcanzar los 9 nudos, de 37 m. de eslora y que había sido construido en Nantes en 1876 por los astilleros de Mollet y Babín. El interior va equipado con todo el lujo y confort de la época, con cocina, cómodos camarotes y un salón con muebles de caoba cuyos divanes se convierten en literas.
Primera visita
Salen de las costas bretonas pero al llegar al Golfo de Vizcaya el tiempo empeora y el mar comienza a encresparse. Al alcanzar las costas gallegas el tiempo es todavía peor, por lo que deberán encontrar un puerto de abrigo para carbonear y descansar. Podrían entrar en el puerto de A Coruña, pero Verne decide continuar hasta la bahía de Vigo que conoce a través de sus lecturas.
El «Saint Michel III» hace su entrada e la ría de Vigo el 1 de junio de 1878. La casualidad hace que en ese mismo momento entre por la boca norte de la ría la fragata francesa Fiore dedicada a la formación de guardiamarinas, que al llegar frente a Vigo dispara las salvas de honor que son respondidas desde los cañones del monte del Castro. El capitán de la fragata invita a continuación a Verne y sus amigos a bordo.
(Bajo estas líneas, a la izquierda, retrato de Julio Verne).
El diputado Raoul Duval va a ser uno de los que más van a disfrutar su estancia en Vigo y así lo refleja en su diario: “No podeis imaginar nada más admirable que esta bahía de Vigo. Lago inmenso rodeado de montañas cortadas a pico cuyas cimas acaban como las de Pirineos: algo así como el lago de los Cuatro Cantones en una latitud meridional. Toda la fachada que asoma al mar es un cinturón frondoso de variados verdes sobre el que destacan en blanco las numerosas casas de campo y las granjas de los campesinos.
La ciudad, coronada por dos castillos, de los cuales uno recuerda la silueta de Mont Valerien, se alza en terrazas a lo largo de la costa. Las calles tienen mucho encanto y están llenas de bellas construcciones en granito de color claro con sus balcones ventrudos que dan al mar y cubiertas de arriba a abajo por unas galerías del más original aspecto”. Como todas las ciudades de Europa, está influida por Haussmann y una calle ancha y larga se extiende como si fueses un mercado añadido al viejo Vigo, cuyas calles estrechas, en rampa y pavimentadas con grandes losas de granito, están llenas de carácter. Para nada se parece a la costa oriental de España. Se siente la influencia del gusto portugués, pues la frontera está a unas diez millas de aquí”.
Las autoridades viguesas reciben con honores a Verne y sus amigos, recibiéndoles en los salones del Casino y La Tertulia con bailes y conciertos, y por la noche con verbena y banda de música en el Campo de Granada y con gran profusión de pirotecnia. Duval lo relata así: “En el lugar de la fiesta, muy bien iluminada con farolillos; hay una multitud tan grande que parece que estamos en una ciudad de 150.000 almas cuendo en realidad son quince o decieseismil (…) hay dos bandas de música subidas sobre tarimas, fuegos de artificio de los más bellos, cantidad de bombas de todo tipo, tres obras montadas sencillamente cada una de ellas como un drama en varios actos con cambio de decorado a la vista.
Esto es la gloria, le digo yo a Verne, que tan modesto como es empieza a disgustarse y yo le preparo para la pompa que nos espera mañana…él ha recibido los cumplidos (acompañados de un montón de fotografías) de la prensa local.
En fin, cuando volvemos a bordo es casi medianoche y volvemos encantados y totalmente maravillados de haber pasado así sin más transición, que el oleaje del océano desde la costa de Morbihan a la más española y la más festiva de las Españas”.
Al día siguiente domingo no amanece con buen tiempo pero esto no desanima al grupo de franceses que son invitados a la fragata de su país, en cuyo bote a vapor embarcan para recorrer la ría. Duval nos lo narra: Antes del almuerzo, en el bote a vapor de la Fiore, hemos explorado la bahía, hemos visitado el lugar donde fueron hundidos los famosos galeones y hemos recibido la visita a bordo de un oficial encantador, ayudante de campo del general Llorente, el comandante que manda en la plaza de Vigo.
En plena ensenada de Rande el capitán de la Fiore ofrece a Verne una escafandra y un traje de buzo para que se sumerja pero el escritor declina el ofrecimiento, en su lugar lo hará el hijo de su editor. Tras almorzar en la Fiore reciben a los redactores locales de La Concordia.
El «Nautilus», la nave del Capitán Nemo.
Estábamos a principios de junio y las fiestas del Cristo de la Victoria en aquella época se celebraban en esas fechas, por lo que Raoul Duval nos cuenta lo siguiente: “La noche nos reservaba otra sorpresa, la procesión de las antorchas. Imagínense toda una ciudad, de diez a quince mil personas al menos, llevando cada una un cirio y marchando en dos filas; en medio de la ceremonia religiosa amenizada por unos querubines, el general y sus oficiales, la custodia llevada sobre los hombros de los jueces del tribunal de Comercio. Lo más curioso eran dos fieles que se habían ofrecido con alguna promesa y que andaban de rodillas con un cirio en la mano y un bastón en la otra”.
Despues de esto Verne y sus amigos se recojen antes para el día siguiente. El lunes amanece con el Saint Michel III y la Fiore frente al malecón de Vigo. En la fragata francesa iban a recibir la visita del comandante militar de la ciudad y la comitiva de Verne volvió a ser invitada. El buque-escuela francés partió a las 5 de la tarde con destino a Rochefort, pero Verne y sus amigos aun disfrutarán de una jornada de fiesta.
Por fin el martes 4 el Saint Michel III abandona Vigo. El escritor bretón dejará escrita una carta que remite a su editor Hetzel el miércoles 5 desde Lisboa: “Jules os describirá todos los lugares que visitamos y yo hablaré de ellos con Vd.; todo es verdaderamente hermoso y, aunque el tiempo no nos acompañó, sacamos partido de todos los inconvenientes. Vigo, Lisboa, muy hermosas, de verdad y nos acogieron muy bien en todas partes”.
Segunda visita
Julio Verne volvería a Vigo seis años después, en 1884 de nuevo en su yate «Saint Michel III» en ruta hacia el Mediterráneo. Verne viene acompañado de su hermano Paul, su esposa, hijo y sobrino, además de su amigo George Godeffroy, el hijo de su editor y el diputado Raoul Duval. En esta ocasión una avería de la caldera del barco propiciaría la vuelta a nuestra ciudad. Esta visita estaba previsto que fuera breve tras reparar la avería, pero hoy sabemos que se prolongó cuatro días. La leyenda local nos cuenta que en esta visita fue el personal de La Industriosa de Sanjurjo Badía quien le reparó la avería y que esto provocó que Verne y el industrial vigués se conocieran y se hicieran muy amigos.
La tradición familiar de la familia Sanjurjo cuenta que a partir de entonces ambos hombres comenzaron una relación epistolar, y que estas cartas se quemaron durante el incendio que asoló la fábrica viguesa en 1942.
Pero esta relación epistolar habría provocado que Verne archivaría las misivas de Sanjurjo entre sus papeles, lo que se ha comprobado que no fue así ya que no se encontró ninguna carta del empresario. El alemán Volker Dehs y el italiano Piero Góndolo della Riva, los más estudiosos de Verne confirman que no existió ninguna carta ni alusión alguna a Sanjurjo Badía en la documentación dejada por el escritor francés.
Vigo y Verne
Julio Verne estuvo en Vigo hace más de cien años y ha sido recientemente cuando se le ha tributado un homenaje con un monumento en As Avenidas. Otras ciudades gallegas estarían encantadas de haber sido la atención de Verne en sus libros y sus visitas. Vigo tiene ese honor pero apenas le saca partido.
Cuando Vigo ha buscado su identidad, podría buscarla a través del escritor francés en cuyos libros se hace homenaje al mar, al progreso industrial y a la innovación, características que adornan a nuestra ciudad.
Por último diremos que en Nantes, la ciudad natal de Verne, existe un parque temático llamado Les Machines de L’ile basado en máquinas fantásticas que recrean el universo del escritor francés.
Parque temático Les Machines de L’ile, en Nantes.
Este proyecto se sitúa a medio camino entre los «mundos inventados» de Julio Verne, el universo mecánico de Leonardo da Vinci y la historia industrial de Nantes, en el emplazamiento excepcional de sus antiguos astilleros.
Quizás sea mucho soñar pero ¿para cuándo algo parecido en Vigo?
Fuente: Verne en la bahía del tesoro. Eduardo Rolland
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