El jueves 19 de junio de 1952 entraba en el puerto de Vigo un barquito con una patrona inglesa a la caña. Era Ann Davison, que acababa de iniciar un viaje que la pondría en la historia de la navegación. Unos meses más tarde, en Barbados, se convertiría en la primera mujer navegante en cruzar el océano Atlántico en solitario.
Margaret Ann Longstaffe, nacida al sur de Londres en 1913, era una pionera. Antes de la Segunda Guerra Mundial, se había formado como piloto de aviación y sirvió algún tiempo volando un De Havilland DH 60. Más tarde, se casó con el director del aeródromo de Hooton, Frank Davison, de quien tomó su apellido, y con el que, en 1949, planearon un viaje en velero a las Antillas para iniciar una nueva vida lejos de Europa.
Aquella singladura terminó en una tragedia, con un naufragio nada más salir al Canal de la Mancha en el que Frank murió y Ann prometió que haría aquel viaje, pero sola. Era algo que ninguna mujer había hecho antes.
Ann Davison y la «ruta de la muerte»
Cuando, en 1952, Ann Davison se aprestó a zarpar en su velero “Felicity Ann”, la prensa mundial puso su foco en ella porque nadie creía que fuese capaz de lograrlo. De hecho, los medios bautizaron su singladura como “la ruta de la muerte”, porque todos estaban seguros de que una mujer en solitario no podrá sobrevivir cruzando el océano. El sexismo de las crónicas de hace siete décadas era enorme.
Por eso, cuando llega a Vigo, el 19 de junio de 1952, el diario El Pueblo Gallego acude al puerto a entrevistarla, abriendo su sección de Deportes al día siguiente: “Ann Davison, la navegante solitaria inglesa, llegó ayer a Vigo”. El redactor le pregunta: “Antes de emprender este viaje, ¿recibió usted muchas cartas disuadiéndola?”. La navegante responde con seguridad: “Recibí muchas más alentándome a él”. El periódico vigués, en el subtítulo de la información, no tiene reparos en calificar el plan de Davison como “la aventura de la muerte”.
«Gente amable»
La pionera declara al periodista que le han sorprendido las islas Cíes y, tras visitar la ciudad, dice que se ha encontrado “gente amable y, al entrar en Vigo, un paisaje que emociona”.
Al año siguiente, al terminar su aventura en el Caribe, Ann Davison escribió un artículo para la revista “Life” en el que recordó su escala en Vigo, con anécdota incluida: una confusión en las banderas de señales para pedir asistencia en el puerto.
“Dejando Madeira, apunté a Vigo, al norte de España, y lo alcancé en ocho días, con total seguridad. Navegué por la ría hasta Vigo enarbolando la bandera Q solicitando libre práctica (uso del puerto) y la bandera G solicitando un práctico. Recibí la práctica gratuita, pero no el piloto. En mi ignorancia estaba enarbolando ambas banderas en la misma driza, dando sin querer una señal de dos letras que significaba “envía todos los botes salvavidas que tengas”.
Desde Vigo a Gibraltar
«Cuando me dijeron esto quise preguntar: ¿por qué no lo habían hecho así, enviando un San Bernardo y brandy? Pero mi español no llegaba tan lejos. Desde Vigo partí hacia Gibraltar, a unas 550 millas de distancia, y tardé 10 días en llegar”.
En total, Ann Davison tardó 257 días en completar la travesía desde Inglaterra hasta Barbados, ya que aprovechó su viaje para hacer largas escalas, como la que la tuvo en Vigo varios días. Tras recalar en Gibraltar, también descansó algunas semanas en Casablanca y en Las Palmas de Gran Canaria, antes de aprovechar los vientos alisios para cruzar el Atlántico en el mes de diciembre de 1952 para llegar a Dominica el 24 de enero.
Ann Davison, océano en solitario
En total, fueron 5.100 millas náuticas y anotaba su nombre como la primera mujer en cruzar el océano a vela en solitario. Ochenta años antes, en 1876, el primer ser humano en lograrlo había sido un tal Alfred Johnson, a bordo de un pequeño barco pesquero de Terranova, un modelo Doris, habitual en el siglo XIX.
Años más tarde, Ann Davison recogió su aventura en un libro, “My ship is so small”, en el que narra también su escala en Vigo en 1952 en su singladura transatlántica. Como curiosidad, su barco, el Felicity Ann, sigue a flote. Tras ser adquirido por un coleccionista privado en Alaska, este balandro ha sido restaurado y hoy se conserva en la Escuela de Botes de Madera de Port Hadlock, en el estado de Washington, en la costa americana del Pacífico.