La escuadra inglesa inicia a primera hora de la mañana el desembarco de sus tropas de choque, que en poco tiempo caen, como plaga desoladora, sobre las playas de Coia y O Berbés. En la punta de A Laxe, don Álvaro Pérez Méndez tenía 22 hombres y en otros lugares, el juez Gonzalo Ayora y el capitán don Gregorio de Pazos, habían reunido unos 90 hombres armados.
Apenas iniciado el desembarco enemigo en Vigo, se vio que en la falda de A Guía hacían lo propio, amenazando la villa por diversos puntos. Sin dejar de disparar, los vigueses fueron retirándose hacia Beade, en cuya acción dieron muerte a más de 300 ingleses. Éstos se apoderaron rápidamente de la indefensa y abandonada villa, comenzando su vandálica acción destructora, que nada perdonó. Después de un rápido bombardeo por la artillería naval, las tropas desembarcadas incendiaron y saquearon la población. Todas las iglesias fueron quemadas, quedando completamente desmantelada y casi en ruinas la Colegiata, que perdió en aquel triste día todas sus riquezas artísticas, sus ricos ornamentos, su custodia y cálices de plata y oro, sus veneradas imágenes, su magnífico retablo de alabastro blanco, del que sólo respetaron las armas de Inglaterra, que lo coronaba. Los altares fueron derribados y sagradas imágenes profanadas a bayonetazos. Tras sacrificar reses para su alimentación, cocinaron sobre las aras de los altares y, finalmente, prendieron fuego al templo. Igual suerte corrieron el convento franciscano de Santa Marta y el de las Terciarias del Arenal, así como la iglesia de Santiago de Vigo, la capilla de la Misericordia y el monasterio de Recoletos Pascuales, que había en la isla de San Simón. Se llevaron todas las campanas, el reloj y el órgano de la Colegiata. En el Hospital de la Magdalena que estaba situado en la Plaza Mayor, dieron muerte a una mujer enferma, que no había podido huir.
Teis y Bouzas sufrieron suerte parecida; sus iglesias fueron también incendiadas, sus retablos destruidos y sus pinturas murales rascadas con lanzas y picas. En Vigo incendiaron los invasores cerca de 300 casas y 37 en Bouzas.
Un contingente enemigo llegó hasta Santa Cristina de Lavadores, al mando de un cierto Comendador de la Orden de Cristo (¡cruel paradoja!), con ánimo de destruir también su iglesia, al que se unieron otros portugueses que formaban parte de la expedición. Pero el paisanaje, enfurecido, les atacó hacia la vaguada de Los Llorones, dando muerte al valiente Comendador y a muchos de los suyos. Tampoco pudieron los hombres de Drake apoderarse de la vecina parroquia de San Fausto, de Chapela, porque los paisanos organizaron la defensa con trabucos y chuzos, y la indisciplinada tropa enemiga únicamente buscaban fácil botín.
La desolación y la ruina de Vigo y su comarca fue total en el término de aquella tristísima jornada, cuyos pormenores será imposible conocer, aunque bien pueden imaginarse. Dos mujeres viguesas perdieron la vida, así como un reducido número de paisanos, entre ellos uno de Coia, a quien cortaron la cabeza, sustituyéndola por la de un cerdo, en trágico escarnio que suscita dudas sobre la condición humana de sus autores.
El prior de la Colegiata, don Gregorio Servido, dejó una breve y patética relación de aquellos sucesos en uno de los libros parroquiales. Dicha relación consigna que las casas destruidas fueron quinientas setenta, esto es, la casi totalidad de la villa, aunque es posible que en esta cifra exista error.
30 de junio de 1589. Xosé María Álvarez Blázquez. «La Ciudad y los Días. Calendario Histórico de Vigo» (Editorial Monterrey, 1960).