Hallándose fondeada en las Islas Cíes una poderosa flota holandesa, el General de la misma escribió la siguiente carta-que ponemos en ortografía hodierna- a don Pedro de Montenegro y Sotomayor, el cual tenía a su cargo la defensa de la ría y costa de Morrazo:
“Yo he llegado a dar fondo a esta bahía con veinte y cuatro navíos de guerra, como V. Merced habrá visto; tengo necesidad de refresco para ella, como es carnero, tocino, vino, naranjas, limones, cebollas, fruta y huevos, lo que paresciere bastará, V.M., como cabeza de ese lugar, haga saber a los demás circunvecinos esto y les haga contribuir conforme a la vecindad y tráigase con bandera de paz, en barco. Donde no, he de ir con esta armada y quemar todos esos lugares y esto ha de ser luego, y, haciendo lo que digo, no se hará daño a los que pescaren. Guarde Dios a V.M. Del navío llamado “El Tigre”, 9 de junio 1607.”
“Y firmaba dicha carta en flamenco-consigna el escribano de Morrazo que dio fe de ella-en esta manera, que por no haber lengua no se declaró, Lambisnst-Sonmilio”.
La respuesta es una redonda pieza espartana, con sus ribetes de aticismo:
“Hoy , sábado, a las dos, después de medio día, recibí una de V.M. en que me avisa ha llegado a esta bahía con veinte y cuatro navíos de guerra, nueva que para mí no lo era, pues diez días ha que se sabe, de lo que ni a mí ni a toda tierra no nos ha espantado y lo que más yo puedo sentir es que se aventura V.M., siendo enemigo de un Rey, aunque vasallo, a pedir refrescos con tanta libertad, como si estuviera en medio de las islas de Holanda. Certifico que lo que aquí gastamos y tenemos al presente es pólvora, balas y más municiones, con cuatro mil infantes de guerra y, tras esto todos los que yo quisiere al primer toque de caxa, y con mucho deseo de verse con la gente de V.M. y con esta resolución estoy.-Nuestro Señor guarde a V.M. Cangas 9 de junio 1607.Don Pedro de Montenegro y Sotomayor.”
-¡Pero, hombre -habrá dicho el general holandés-, con estos flamencos no se puede dialogar!
“…y luego incontinenti
Tomó el chapeo, requirió la espada,
Miró al soslayo, fuése, y no hubo nada”.
Del sabroso intercambio episcolar dio fé el escribano don Pedro Espinosa de las Monteros; pasaron, andados los años, aquellos papeles a manos del erudito don Casto Sampedro y Folgar, y diólos a conocer recientemente el Prof. Filgueira Valverde. Consígnase todo esto, porque, aunque el caso pica en historia, no puede exigirse más probada historicidad.