No era la primera gira americana del Celta, que ya en 1928 había viajado en trasatlántico a Argentina y Uruguay. Pero esta vez volaron en avión a Norteamérica para disputar una ronda de partidos en El Salvador, Guatemala y Cuba en los que fueron agasajados con pasión por la emigración gallega, en una exaltación universal del celtismo, aunque también hubo momentos críticos, con algaradas y batallas campales, en las que tuvo que intervenir la fuerza pública y hasta un espectador llegó a poner una pistola en el pecho al capitán céltico en medio de un partido. Por todo ello, y por su impacto mediático, siempre será parte de la historia aquella apoteósica gira del 52.
El Celta vio aquel viaje como una ocasión de ganar un dinero y promocionarse entre la nutrida parroquia de la emigración trasatlántica. Era algo que ya hacían otros equipos de la Liga, porque ese mismo verano estaban por Suramérica también el Real Madrid y el Atlético de Madrid. Así que el 25 de julio de 1952, el presidente Manuel Prieto, que acababa de sustituir en el cargo a Faustino Álvarez, reunió a la expedición, que estaba formada por 22 personas: los directivos Prieto y Fernández, los preparadores Roberto Rodríguez de Ozores y Odilo Bravo, y los jugadores Simón, Marzá, Gaitos, Lolín, Otero, Vilariño, Sansón, Villar, Bermúdez, Guimeráns, Larrosa, Atienza, Eliseo, S. Vázquez, Mekerle, Juanín, Hermida y Pineda.
Antes de partir, se celebró una misa en la iglesia de los Capuchinos, en el barrio de Casablanca, tras lo que se visitó al Cristo de la Victoria en la Colegiata de Santa María. Finalmente, todos tomaron un autocar hacia Madrid, que fue siendo victoreado por el celtismo a su paso por localidades como Ponteareas, A Cañiza o Verín.
Finalmente, el 27 de julio despegó de Barajas un avión Constelation de la compañía americana TWA, que hizo escala en Lisboa y Azores para llegar a Nueva York al día siguiente, a las 7.30 horas. El diario El Pueblo Gallego cuenta que “pese a lo intempestivo de la hora, esperaban al Club español numerosos miembros de la colonia gallega en Nueva York, quienes agasajaron a los jugadores, directivos y técnicos célticos”.
“¿Y Nueva York? ¡Qué locura! ‘Aquello asusta y espanta! Automóviles a miles, pisos de noventa plantas, un gentío enloquecido que arrolla todo en su marcha…”, explica el cronista sobre el paseo que dio el equipo por la Gran Manzana, para relatar cómo más tarde partieron para La Habana y, desde aquí, a Guatemala, para disputar los primeros partidos de la gira americana.
El 3 de agosto, con 35 grados a la sombra, se estrenó el Celta con un empate ante el Palermo, equipo argentino que también se hallaba de gira por Centroamérica. En el segundo partido, el 6 de agosto ante el Club Comunicación, los vigueses brillaron con una victoria por 5-3, con dos goles de Eliseo, otros tantos de Pineda y uno de Guimeráns.
En Guatemala, los célticos se quejaron de las dificultades para la aclimatación y también por el mal de altura, al competir en una ciudad situada a 1.600 metros sobre el nivel del mar. Estas fueron las razones esgrimidas para explicar la derrota por 1-0 en el segundo partido contra el Palermo, en el que las crónicas dicen que el Celta fue superior pero los bonaerenses se emplearon con dureza ante la pasividad arbitral. Además, el Palermo sacó 17 córneres mientras que el Celta no dispuso ni de uno solo a favor.
Y la situación se puso muy complicada cuando un aficionado empuñó una pistola y encañonó a un jugador del Celta, en medio del partido. “En una ocasión que se armó un barullo y porque Larrosa protestó al árbitro de las agresiones de los del Palermo, un individuo que bajó y estaba junto al árbitro, sacó una pistola y se la puso en el pecho. Ya se puede comprender que de esta forma es imposible ganar el partido”, cuenta el periodista de El Pueblo Gallego en su crónica del 17 de agosto.
Desde Guatemala, el Celta se trasladó a El Salvador, donde vencieron un primer partido por 3-1 contra el equipo del Leonés, en el que Odilo reservó a algunos jugadores como Mekerle para los compromisos más exigentes que esperaban días después en La Habana. El encuentro estuvo a punto de ser suspendido porque había llovido bastante. “Los célticos, más hechos a los partidos con lluvia y al barro en los terrenos de juego, se desenvolvieron mejor”, explicó la crónica de la agencia Alfil.
“Los jugadores vigueses, que se encuentran todos en perfectas condiciones, están siendo agasajadísimos por la colonia española, muy numerosa en este país”, explica El Pueblo Gallego, que anima a los vigueses a intentar de madrugada tomar sus aparatos de radio e intentar captar la señal desde el otro lado del Atlántico: “A lo mejor hurgando en la onda corta localizan la emisora de El Salvador y cazan el partido”.
El Celta venció 2-1 al FAS Salvadoreño, campeón de la liga local, ante un público entregado a los vigueses: “La colonia española, que ha venido colmando de atenciones a sus paisanos en su estancia aquí, tributó una estruendosa ovación al Celta cuando salió al terreno de juego, al que se echaron muchos aficionados para recabar autógrafos de los jugadores vigueses”.
Desde aquí, la gira continuó a Cuba, donde esperaba la poderosa colonia gallega emigrada a la isla caribeña. Allí, el primer partido se saldó con un empate 2-2 contra el equipo del Marianao, ante el fervor de las gradas: “El Celta saludó al público en el centro del terreno y fue despedido con una gran ovación”. Las crónicas hablan del entusiasmo que despertó la expedición en cada rincón de Cuba: “Millares de gallegos llenaban el estadio y aplaudieron y jalearon a sus paisanos, alentándoles en busca de la victoria. Las atenciones de que están siendo objeto los célticos en La Habana son continuadas y cordialísimas. Se ofrecen a los jugadores agasajos por todas partes”.
Pero esta pasión no evitó nuevos incidentes, esta vez incluso con cargas policiales para resolver la pelea en el partido contra el Juventud Asturiana, en el estadio de El Cerro de La Habana. “La lamentable actuación del árbitro, sobre todo su falta de autoridad para contener los desmanes de los jugadores, hicieron que fuera precisa la intervención de la fuerza pública para someter a los jugadores de los dos bandos, enzarzados, en algunos momentos, en una auténtica batalla campal”, explica el periodista. Todos los jugadores se liaron a golpes, incluidos los suplentes de ambos equipos.
En el partido siguiente, con el mismo equipo, el Celta volvió a caer derrotado. Pero este amargo postre no enturbió el buen sabor dejado por la gira americana, que se saldó con tres victorias, dos empates y tres derrotas, con un total de catorce goles marcados por los vigueses.
El regreso a Vigo fue también algo accidentado porque, tras despegar el 29 de agosto de Nueva York, su avión de la Transworld Airlines a las 18.25 rumbo a Madrid, sufrió una avería en un motor les obligó a regresar a La Guardia, perdiendo hora y media de retraso. Finalmente, llegaron a Madrid el 31 de agosto, tras lo que se preparó en Vigo un gran recibimiento. Una caravana de automóviles fue a esperar al autobús de equipo hasta A Cañiza, mientras el Moto Club Vigués se daba cita en Ponteareas para que una nube de motos arropase al autocar en sus últimos quilómetros hasta la ciudad olívica.
En Vigo, los celestes fueron recibidos en el ayuntamiento, en un homenaje al que asistieron los cónsules de Cuba y Estados Unidos. Finalmente, los expedicionarios se instalaron unos días en A Cañiza, donde se concentraron, apartados del mundanal ruido, para preparar la primera jornada de Liga que estaba a punto de comenzar. Fue un campeonato de Primera División en el que el Celta estuvo a punto de descender a Segunda, muchos dicen que tras acusar el esfuerzo realizado en verano. Tal vez habían vivido demasiadas emociones en aquella inolvidable gira americana del año 1952…
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