La ría de Vigo es un emblema de la emancipación de la mujer, porque gracias al sector de la conserva o a industrias como la cerámica de Álvarez, ellas fueron pioneras en tener acceso a una nómina, que no sólo podía proporcionar independencia económica sino algo tan decisivo como que aquel documento legal, adscrito a un contrato, estuviese encabezado por su nombre, sin estar asociado a un hombre. Incluso durante los primeros compases de la dictadura franquista, cuando la mujer desapareció por ejemplo de las aulas universitarias, o cuando se impuso el permiso del varón para viajar o abrir una cuenta bancaria, en Vigo las mujeres siguieron trabajando en la cerámica, en el textil o en la conserva, como habían hecho siempre… Y siendo con ello obreras y titulares de una nómina independiente.
Por eso, tampoco extraña que fueran las mujeres las que protagonizaron una de las primeras grandes huelgas obreras de la ría de Vigo. Estalló en diciembre de 1931 y logró paralizar el sector conservero durante dos meses, en los que cuatro mil operarias paralizaron todas las fábricas de conservas de la zona. También consiguieron contagiar el conflicto a otras zonas.
El detonante había sido el impuesto de 1,85 pesetas que el Gobierno decidió imponer a las mujeres trabajadoras para que pudiesen cobrar un subsidio durante su permiso de maternidad. La Unión de Trabajadoras de Fábricas de Conservas se alzó enseguida contra la medida, al lema de: “Que la pague el patrón o el Estado”. Argumentaban aquellas trabajadoras que sus sueldos ya eran bastante bajos como para pagar una nueva tasa. Y no era menor el escándalo de que las mujeres tuviesen que pagar impuestos para cubrir sus propias bajas, en lugar de que el modelo fuese común y solidario, sin segregar por sexo.
El 15 de diciembre de 1931 ya había un duro conflicto en las fábricas y comenzaron los amagos de abandonar el trabajo y cortar las calles. En diversas asambleas, las líderes de la protesta informaban además de que el llamado Seguro de Maternidad no se recuperaría en caso de que la mujer fuese despedida de la empresa. La Unión de Trabajadoras quería que en esa circunstancia al menos se devolviesen las cuotas abonadas.
Desde el Gobierno, se cerraron en banda. El ministro de Trabajo, Largo Caballero, manifestó el 28 de diciembre de aquel año: “todo esto se debe a la ofuscación de algunas trabajadoras (…) no comprendo cómo esas obreras no se dan cuenta del beneficio que la ley del seguro de maternidad les proporciona”.
La Sociedad de Obreras de Fábricas de Conservas había enviado una carta al ministro explicando su indignación. Entre otros puntos, leemos en El Pueblo Gallego, un artículo literal: “Hay enfermedades propias del oficio contraídas especialmente por las obreras estañadoras y soldadoras de costuras al respirar los vapores del ácido clorhídrico”. Por esta razón, las conserveras viguesas se asombraban de que se crease un seguro para la maternidad y no, para cubrir realmente toda la panoplia de enfermedades profesionales que podían padecer.
Hay que destacar que la huelga consiguió paralizar toda la industria conservera de la ría de Vigo durante más de un mes, desde diciembre de 1931 a enero de 1932. Y también es reseñable que las mujeres apenas contaron con la solidaridad de los sindicatos en general, salvo la CNT en la ciudad de A Coruña, donde se extendió por unas semanas el conflicto iniciado en Vigo. Sin embargo, algunos obreros a título individual sí participaron en los paros y se sumaron a las protestas de sus compañeras.
Pero la fuerza de aquellas obreras viguesas logró doblar el brazo al Gobierno, después de que el presidente de los conserveros, José Ramón Curbera, enviase una carta desesperada al Ministerio de Trabajo, advirtiendo de que la producción estaba paralizada, con consecuencias terribles para el sector.
Finalmente, las obreras viguesas pusieron fin a su protesta y regresaron al trabajo el 12 de enero de 1932, después de conseguir un acuerdo muy diferente a la propuesta inicial. De la aportación de 1,85 pesetas se pasó a sólo 15 céntimos. Pero, al aceptar el trato, aquellas mujeres manifestaron en prensa, y leemos en El Pueblo Gallego, que el objetivo estaba por cumplir: un seguro médico general para todas y todos, y no un discriminatorio “seguro de maternidad”.