La distinción nadie la pone en duda, sin embargo, la reputación no siempre va emparejada a la alcurnia, y mucho menos en una época en la que la sofisticación ocultaba los vicios de peor ralea.
Hoy tampoco han cambiado tanto las cosas. La llamada alta sociedad, de imagen pública agradable y envidiada por los papanatas, no siempre es lo que aparenta y lo que en realidad oculta ese mármol, pues, aunque sea duro y blanco, también es quebradizo. Nada es realmente inmortal.