Pronto cumplirá un siglo la ‘invención’ de Playa América. Porque fue en 1927 cuando el empresario Manuel Lemos, emigrante en Argentina, decidió rebautizar la playa de Lourido, en Nigrán, con un nuevo nombre que atrajese al turismo. También fundó un hotel de lujo, un centro social para las clases adineradas llamado el ‘Pabellón Bleu’ y una serie de chalés en piedra con nombres evocadores: “Nidito de amor”, “Noche de bodas” o “La Chocita”. El objetivo era convertir este arenal de Nigrán, junto a la desembocadura del río Muíños, en la ‘Niza de Galicia’, un centro de veraneo al estilo de la Costa Azul.
Cambiarle el nombre a una playa no es algo tan raro. Copacabana se llamaba por los indios tupi Sacopenapá, antes de ser rebautizada con el nombre de una virgen. Los aliados llamaron Omaha Beach al arenal de Vierville-sur-Mer para el desembarco de Normandía. Y, sin ponernos tan estupendos, y sin salir de la ría de Vigo, se inventaron falsos nombres turísticos para un buen puñado de playas: A Fontaíña se convirtió durante un tiempo en ‘La Sirenita’, A Calzoa pasó a ser ‘Las Barcas’ y todavía hay gente que llama Playa de la Fuente al arenal de Tombo do Gato. En los tres casos, el original es siempre mucho mejor.
Playa América ha consolidado su nuevo nombre de hace casi cien años. Su impulsor, Manuel Lemos, había emigrado a Argentina con 17 años desde el Val Miñor. Allí, en 1897, abrió en Buenos Aires un negocio de vinos que fue creciendo hasta desarrollar la mayor industria de embotellado y distribución de todo el país. De hecho, fletaba trenes con la empresa Ferrocarril al Pacífico para transportar sus vinos desde sus bodegas en Mendoza hasta la estación bonaerense de Palermo. Obviamente, hizo una fortuna pero nunca olvidó su tierra, presidiendo la Asociación do Val Miñor, que reunía a emigrantes gallegos de esta procedencia.
Desde la Argentina, Lemos impulsa la donación del mercado de A Ramallosa, una capilla en el monte Lourido y unas escuelas en el Val Miñor. Pero su gran proyecto llega en 1927, con Playa América. Las imágenes de la época nos muestran un arenal salvaje, con sus dunas y unas escasas construcciones. No olvidemos que, según la tradición, en esta época la herencia más apetecida eran las tierras situadas en el interior, con mejores terrenos para el cultivo. Con los años, los desgraciados que se quedaban con las pobres tierras costeras vieron cómo el bum del turismo los convertía en millonarios. Este fenómeno sucedió en Galicia, al igual que en zonas turísticas de toda la península Ibérica, del Algarve a la Costa Brava, y de las islas Baleares a las Canarias. Las fincas de la costa, que nadie quería, pasaron en pocos años a ser las más deseadas.
Otro tanto pasó en Playa América, donde Lemos comenzó construyendo su Hotel Playa América, del que encontramos una postal-anuncio donde se señala su número de teléfono, con sólo dos dígitos: el 15.
En los años 30, Lemos continuó este proyecto balneario construyendo chalés en primera línea de playa, en principio en alquiler, aunque años más tarde se pusieron a la venta. Algunos aún se conservan con su factura casi original. Y, enseguida, familias acomodadas de Vigo eligieron la zona para sus veraneos, con la presencia de apellidos Lema, Portanet, Alonso, Salgado, Durán, Kruckenberg, Fraga, Conde o Barreras.
Para su vida social, se fundó el Pabellón Bleu, lugar de encuentro donde tomar algo, cenar, bailar con la orquesta o jugar al tenis. Desde 1938, la urbanización disponía también de un servicio de avioneta en alquiler, con el hangar de los Lemos. La aeronave despegaba al lado de la propia playa. Más tarde, abriría como tienda, y luego bar, el Angelito, que hoy sigue en pie y que pasó a ser uno de los grandes centros de reunión de los veranos a partir de los años 50.
Manuel Lemos fue nombrado Hijo Predilecto de Nigrán por todas sus obras en el municipio. Y actualmente la avenida Manuel Lemos llega hasta A Ramallosa, al igual que existe otra larga calle en su honor en Mendoza, en Argentina, donde también sufragó la construcción de varias escuelas para los niños pobres.
Lemos falleció en la emigración el 18 de febrero de 1946, hace ahora 75 años. Suya fue la ‘invención’ de un sueño balneario en la ría de Vigo: Playa América.
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