Las obras de remodelación de la Gran Vía de Vigo siguen adelante a buen ritmo. Las incomodidades son notorias, con desviaciones del tráfico rodado y con dificultades para el desplazamiento de los transeúntes.
Sin embargo, la ciudadanía viguesa asume que los resultados finales serán plenamente satisfactorios. Las aceras rodantes permitirán romper lo que hoy resulta una barrera casi infranqueable para muchas personas de edad avanzada y también para quienes tienen una movilidad reducida.
Lo curioso de la imagen es esa maleta de color naranja abandonada en medio del campo de batalla urbano, quizá por alguien que acababa de llegar a la estación del tren de Urzaiz retornando de un viaje soñado, y que cayó en la cuenta de que no hay demasiados lugares en el mundo como la ciudad de Vigo y su entorno, a pesar de esas obras necesarias para hacerla más humana.