La remodelación de la Praza de América, en la ciudad de Vigo, ha sido un ejemplo urbanístico que muchas otras poblaciones incluso habrán tomado como referencia. La plaza, que otrora fueron fincas y montes apartados del centro urbano, en el primer cuarto del pasado siglo XX terminó convirtiéndose en un caos circulatorio cada vez más insoportable. Además, la vorágine se vio complicada por la presencia de los tranvías que la atravesaban diametralmente.
Luego, en el año 1968 desaparecieron los añorados tranvías por capricho de un alcalde y su corporación y vinieron los autobuses urbanos -que ahora ni siguiera son de Vigo-, y tampoco lo pusieron fácil. Fueron décadas de atascos, de complicadas maniobras, de muchos ruidos y de polución.
Hasta que el Concello de Vigo, con el alcalde Abel Caballero al frente y con David Regades como concejal de Fomento -antes de que asumiera las riendas de la Zona Franca-, tomaron la acertada decisión de transformar la plaza tal como se ve hoy en día, con la Puerta del Atlántico, obra de Silverio Rivas, luciendo esplendorosa en la confluencia de la Gran Vía, la Rúa López Mora, la Rúa Coruña, la Avenida de Castelao, la Rúa Florida, la Avenida Fragoso, y la Avenida de Castrelos; siete grandes calles de la ciudad olívica en uno de los barrios más conocidos y concurridos de Vigo: As Travesas. Un brillante acierto que merece el reconocimiento y el agradecimiento de toda la ciudadanía.