Con el entusiasmo propio de una película musical, cada mañana abría sus puertas la fábrica de La Pitusa en Coia para que saliesen sus herrumbrosos camiones de reparto a recorrer Vigo y distribuir gaseosa. Marchaban al ritmo rocoso de sus motores Pegaso y al de su megafonía entusiasta: “La mejor gaseosa, la más digestiva, ligera y gustosa”. Aquello fue la banda sonora de una época, en la que La Pitusa recorría la ciudad cantando como Dorothy en el Mago de Oz: “¡Blanca, naranja, limón y cola!” proclamaba el jingle una calle tras de otra. Y aquella niña con trenzas, nuestra versión de Pipi Langstrump en botella, fue la protagonista durante décadas. Hace ahora 65 años, en 1956, comenzaba a distribuirse esta marca inolvidable.
Hoy se ha extinguido la banda sonora de la era de la gaseosa, una industria pujante que languideció con el siglo XX. Y que tuvo en Vigo una docena de marcas que competían por el próspero mercado de la prehistoria de los refrescos.
“La gaseosa fue una pequeña revolución tecnológica”, aseguraba el historiador Daniel Seijas, autor de un estudio sobre la industria en la provincia de Pontevedra a caballo entre los siglos XIX y XX. “Fue un producto avanzadísimo, que vivió un boom con decenas de fábricas en toda Galicia”, explicaba el autor de esta investigación. La tecnología para gasificar el agua surgió a finales del siglo XVIII y se desarrolló a comienzos del XIX. En 1832, aparece en Nueva York la primera fábrica de bebidas carbonatadas. Y el invento se extendió rápidamente por el mundo.
Hacia 1860, sólo había en España diez fábricas de gaseosa, siete de ellas radicadas en Cataluña, que era la vanguardia industrial del Estado. Pero, en 1900, se contaban ya 675 industrias y la cifra siguió creciendo hasta mediados del siglo XX. “Era un producto barato, porque sólo se necesitaba la máquina y una fuente de agua”, afirma Seijas, “el valor añadido era inmenso y los emprendedores más audaces enseguida vieron el negocio”.
La primera fábrica de Galicia apareció en Santiago en 1874 y, la segunda, dos años después, en 1876, en Cesures. Vigo siguió la moda y, antes del fin de siglo, ya contaba con media docena de marcas que reparten el producto por la ciudad.
Al principio, usaban burros y carros para repartirla, pero el negocio era tan grande que es el primer sector en el que aparecen los camiones. En los anuncios de la época, se reseña los bares y colmados donde se distribuye cada marca. Y se crea el revolucionario sistema de “devolver el casco”, algo nunca visto antes. A diferencia de la leche o el vino, la gaseosa obliga a adquirir el producto envasado. Como no puede transportarse en un recipiente propio, aparece el envase retornable, que se devuelve a cambio de una cantidad de dinero.
Además, se atribuían a la gaseosa virtudes medicinales. Era digestiva y facilitaba la circulación sanguínea, según la publicidad de los primeros tiempos. “También fue un éxito porque era una bebida sana, sin contaminar”, asegura Seijas, “la gente bebía vino porque, durante la fermentación, se purificaba y eliminaba bacterias, mientras que la contaminación del agua era una constante, incluso en Galicia”. En Vigo, hubo epidemias de cólera por infecciones de fuentes públicas incluso a comienzos del siglo XX. Así que la gaseosa se vendía como un refresco sano.
Entre las marcas históricas de la comarca de Vigo están Arca (que pertenecía a la familia del que fue concejal de Vías y Obras Agustín Arca), Troncoso, Feijoo, Revoltosa, Estévez, Mimosa, Franco y, sobre todo, La Pitusa, con su popular emblema con una niña con trenzas, que comenzó a distribuirse en 1956.
“Otra característica de la industria de la gaseosa fue su publicidad”, afirma el historiador Daniel Seijas, “al principio, los anuncios reflejaban sus presuntas virtudes medicinales, pero luego transmitían alegría, con chistes, canciones…” La Casera siguió haciéndolo hasta nuestros días…
Los sabores llegaron a mediados del siglo XX. Comenzaron a incorporarse a la gaseosa siropes de limón o naranja, básicamente, como competencia a los refrescos que comenzaban a entrar en España. Pero esa batalla estaba perdida. En 1959, aparece Bebidas Gaseosas del Noroeste (Begano), que comienza a fabricar Coca Cola en Galicia. Y la gaseosa entra en declive. Además, algunas grandes marcas, como La Casera, adquieren una tras otra las pequeñas fábricas locales. Hoy, La Casera tiene el 60% del mercado nacional y las marcas blancas casi dominan el resto.
Muchas pequeñas fábricas desaparecieron. Otras se reconvirtieron. Y algunas resisten heroicamente frente a las multinacionales del refresco. Apenas queda nada de las 3.000 marcas que llegó a haber en España a mediados de los años 50 del siglo XX.
Pero, en la memoria de los vigueses, quedan aquellas antiguas marcas familiares. Y algún verano vuelve a nuestra memoria el soniquete que cantaban los camiones, como si viajase en ellos Willie Wonka… Algún día merecería un musical nuestra Pipi Calzaslargas de garrafón. Para cantar de la mano de un león, un espantapájaros y un robot, hacia la Ciudad Esmeralada por el Yellow Brick Road: “La Pitusa: La mejor gaseosa, la más digestiva, ligera y gustosa”…
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