En las proximidades del monasterio de Santa María de Oia, a medio camino entre las poblaciones de Baiona y A Guarda, en torno al año 1581 apareció en una zona de la costa conocida como ‘A Orilluda’, una pequeña imagen de la Virgen tallada en madera que estaba atada con una cadena a un perro malherido. Los lugareños los recogieron y consiguieron salvar el animal. Llevaron la imagen al monasterio fundado en el siglo XII, y los monjes le buscaron un lugar preferente y apropiado. Todo el mundo coincidió en referirse a ella como la Virgen del Mar, sobre la que pronto creció la devoción popular por su sorprendente historia y por sus gracias concedidas.
Se supone que la imagen fue arrojada al mar desde un barco extranjero que pasaba frente a las costas gallegas en la época inicial del protestantismo. Se concluyó que en medio de aquella revolución religiosa iconoclasta la ataron a un perro en señal de burla y la arrojaron por la borda para que demostrara su poder de madre de Dios, salvándose en medio del océano. La talla en madera flotó sobre las aguas y, curiosamente, o, si se prefiere, de un modo milagroso, el perro y su flotador arribaron a la costa gallega en una zona frecuentada por los lugareños.
En la actualidad, tal como puede observarse en la fotografía, aquella talla centenaria que no supera el medio metro de altura y que es conocida como la Virgen del Mar está colocada sobre unas olas y la figura de un perro, y el conjunto, a su vez, sobre una representación del mar en recuerdo de la prodigiosa historia. Se venera en la iglesia del Monasterio de Santa María de Oya y es una visita muy recomendada.