La tecnología avanza de modo exponencial. A principios del siglo XX la tecnología de comunicación más novedosa era el telégrafo, luego vino la radio y la telefonía. Quienes ya peinan canas aún recuerdan las primitivas radios de galena que hoy constituyen sencillos experimentos educativos de física para los más jóvenes.
La televisión se inventó en los años veinte del pasado siglo, pero llegó a los hogares a mediados de los cincuenta. Mientras tanto, la radio ocupaba todo el protagonismo, compitiendo con los medios escritos. Cuando la televisión hizo su aparición en España eran muy pocas las personas que podían permitirse lo que era un lujo en blanco y negro con numerosas interrupciones técnicas, además, las emisiones no llegaban a todos los puntos de la geografía.
En la ciudad de Vigo, concretamente, algunas cafeterías y sociedades disponían de salas de televisión. La sede del Círculo Mercantil, en la Rúa do Príncipe, tenía su gran sala de televisión. También la tenía la histórica y ya desaparecida cafetería Goya, ubicada en la Rúa Urzaiz. La gente iba a ver la televisión a esas salas donde el aparato era un cajón de unos cuarenta o cincuenta centímetros de lado con una pantalla que no superaba las veinte pulgadas y los ángulos redondeados.
En diciembre de 1960 se casó la española Fabiola de Mora y Aragón con el rey Balduino de Bélgica, todo un acontecimiento social de la época. La boda se retransmitió por televisión, pero, como casi nadie la tenía, muchas viguesas y vigueses se desplazaron a las poblaciones del norte de Portugal para ver la boda en la pequeña pantalla de la televisión portuguesa.
En aquellos años la televisión mostraba un mundo en blanco y negro y se soñaba con el avance del color. La situación propició un invento curioso. Una lámina plástica de colores degradados que se colocaba delante de la pantalla para dar la impresión de imágenes en color. El inconveniente era que el pelo siempre tenía el mismo color, las caras otro, y el resto del cuerpo o de la imagen otro diferente, pero el invento fue un éxito.
La televisión fue popularizándose con marcas como Philips, Zenith, Telefunken, Thomson, Sharp, Grundig, Sanyo… En la ciudad de Vigo los aparatos se vendían en Gran Iberia o en Valverde, ambos en la Rúa Urzaiz, o en Luz y Son, en la Rúa Gamboa, entre otros. Y como todavía no existían las tarjetas de crédito, la clientela tenía que pagar al contado, salvo que el establecimiento permitiera el pago a plazos.
La televisión ocupó enseguida un lugar preferente en los hogares, con unas mesas de patas metálicas en las que existía un pequeño estante para colocar otra caja más pequeña y muy pesada, del tamaño de una caja de zapatos, que era un indispensable transformador de corriente. Los tejados, los balcones y las ventanas comenzaron a llenarse de antenas. En algunas casas se colocaban fotos y elementos de decoración de dudoso gusto sobre el televisor. Y de las conversaciones familiares en torno al aparato de radio se pasó al silencio total frente a la imagen y el sonido de la televisión, con enormes alborotos cuando fallaba la imagen, que era algo frecuente.
Las emisiones no cubrían todo el día, sino que tenían horas concretas. Durante el resto del tiempo se emitía la llamada carta de ajuste, con música de fondo. En algunas casas incluso la simple carta de ajuste era un espectáculo. Hubo casos reales en los que la ignorancia de algunas personas las llevó a pensar que quienes presentaban los telediarios y otros programas podían verlas y oírlas a través de la pantalla.
Con el paso de los años el color de la imagen lo cambió todo, pero el tamaño de los aparatos seguía aumentando en razón directa con el de las pantallas. Del pequeño cajón de los inicios se pasó a grandes cajones, algunos apoyados directamente en el suelo, como algunos modelos de la firma Zenith. Hasta que, por fin, los avances tecnológicos dieron al traste con aquellos aparatos basados en los tubos de rayos catódicos y aparecieron las pantallas planas, cual ventanas frente al mundo de los sueños. En medio de todos esos avances surgieron los televisores en miniatura como el que muestra la fotografía, un auténtico hito que permitía llevar la televisión en el bolsillo, como si fuera un aparato de radio a transistores. Sin embargo, cada mejora tecnológica da al traste con las anteriores o siguiera las minimiza. Así fue, el desarrollo de los teléfonos móviles consiguió incluir la posibilidad de ver la televisión, oír la radio y comunicarse por teléfono con el mismo aparato. A pesar de todo, la radio sigue tan viva como siempre.