“El príncipe heredero de Italia, en Vigo”, titulaba el diario Galicia hace un siglo, en el verano de 1922. “Viaja de riguroso incógnito”, añadía la crónica, que explicaba que el miércoles 26 de julio había fondeado frente al puerto vigués el buque escuela de guardias marinas “Ferruccio”, uno de cuyos pasajeros era el primogénito del rey italiano.
El barco saludó a la plaza con salvas de ordenanza que, como era tradición en la época, fueron contestadas por la batería de O Castro. A mediodía, el capitán del buque bajó a tierra para cumplimentar a las autoridades y, a las cinco, el comandante de Marina devolvió la visita a bordo. Por la tarde, pasearon por las calles del centro de Vigo numerosos guardias y oficiales, aprovechando la escala para conocer la ciudad.
“Sabemos que el Príncipe del Piamonte tiene deseos de visitar Santiago, siendo muy probable que haga el viaje en automóvil”, explica la crónica del diario Galicia. Y, en efecto, encontramos luego el testimonio gráfico de la visita en la revista Vida Gallega, donde además de una foto del espectacular buque italiano fondeado en la ría viguesa, vemos al Duque de Calabria paseando por los jardines de la Alameda, tomando un elegante coche para desplazarse a Compostela y, más tarde, en la escalinata de entrada del Gran Hotel Balneario de La Toja. En Vigo pasó el duque cuatro días, del 26 al 29 de julio.
Aquel viaje, sin embargo, no terminaría bien. En una escala posterior en Bilbao, el crucero “Ferruccio” abordó a un buque de pasajeros vasco llamado “Ayala-Mendi”, que se hundió tras el impacto. A bordo viajaban 34 tripulantes, de los que 33 fueron rescatados, pero uno pereció ahogado: el mayordomo Mariano Aberraturri. Todos los diarios resaltaron que a bordo viajaba el heredero italiano, arruinando así el carácter propagandista de la gira.
Humberto Nicolás Tomás Juan María de Saboya, que así se llamaba el príncipe, contaba por entonces 18 años e iniciaba en Vigo una lustrosa carrera representando a Italia por el mundo. Durante el periodo de entreguerras, no haría otra cosa sino viajar, incluyendo una gira por Sudamérica que tuvo gran impacto en la prensa de la época. Sin embargo, nada podía ocultar que, en realidad, tanto la monarquía italiana como todo el país habían entrado ya en una deriva política nefasta, porque precisamente aquel año 1922 en que el heredero visitaba Vigo, su padre el rey Víctor Manuel III entregaba el gobierno del país trasalpino a Benito Mussolini.
Aunque, desde 1922 a 1945, el fascismo en Italia tuvo muchas fases, fue en octubre de 1922, poco después de aquella escala viguesa, cuando el Partido Fascista realiza la Marcha sobre Roma, con Mussolini al frente de los camisas negras. El rey Víctor Manuel III fue el gran culpable de permitir aquel auténtico golpe de estado, ya que rehuyó ordenar al ejército que detuviese aquella marcha, con lo que favoreció al fascismo y acabó entregando un poder omnímodo al futuro Duce.
Estos acontecimientos, llevarían ulteriormente al príncipe italiano a quedarse sin corona: apenas reinó 33 días en 1946, al término de la II Guerra Mundial y después de la abdicación de su padre Víctor Manuel III, responsable último de la ominosa alianza de la casa de Saboya con el fascismo. Desde entonces, Italia es una feliz república. Aunque a todo esto era ajeno Don Humberto Nicolás Tomás Juan María de Saboya, príncipe italiano que, hace ahora un siglo, en 1922, se paseaba “de riguroso incógnito” por las calles del centro de Vigo.