En 1932, nacía en Vigo el Atlántida Hockey Club, gracias a la iniciativa de una pionera del deporte en Galicia, María Antonina Sanjurjo, nieta del industrial Antonio Sanjurjo Badía, el inolvidable creador en 1898 de la boya lanzatorpedos, el submarino con el que quería defender la ría viguesa de la Armada de los Estados Unidos, si ponía rumbo a Europa tras la Guerra de Cuba. El apellido parece sinónimo de iniciativa, porque su nieta Antonina abrió también caminos, por ejemplo como alumna de la Residencia de Señoritas de Madrid, como estudiante becada en los Estados Unidos y, finalmente, como precursora de las mujeres en el deporte.
En los diarios de los años 30 nos encontramos las fotos de los equipos vigueses de hockey femenino, con aquellas pioneras posando con sus sticks. En las alineaciones, no faltaban los sonoros apellidos de las más conocidas familias viguesas de la época. Junto a María Antonina Sanjurjo, figuran Gloria Tapias, Quinocha de Haz, Luz Vizcaíno, Margarita Alonso, Gloria López, María Teresa Casabuena, Rosita Canellas, Lolita Santoro, Tata Morales, Carmela Sanjurjo (capitana), Margarita Tapias, Teresa Jáudenes, Minucha Tapias, Margarita Pardo, Nini Pérez Riveiro, Chicha Aymeric o Tere Sanjurjo.
María Antonina había conocido el hockey femenino gracias a su estancia en la Residencia de Señoritas, que en esa época dirigía María de Maeztu y era la versión para mujeres de la Residencia de Estudiantes. Antes, había estudiado Peritaje Mercantil en Vigo y, en Madrid, curso Derecho en la Universidad Central. Fue a su regreso a Vigo cuando decidió fundar el Atlántida Hockey Club, al tiempo que impartía en la ciudad clases como profesora ayudante de la Cátedra de Geografía de la Escuela Profesional de Comercio.
El Atlántida se convirtió en el mejor club de Galicia y batió dos veces al Campeón de España, el Club de Campo de Madrid. Paralelamente, nacía también el equipo del Club de Campo de Vigo, del que encontramos en la Hemeroteca de Portugal, en Torre do Tombo, una foto del 3 de mayo de 1935, con motivo de un partido internacional en Oporto, con otra alineación de chicas de apellidos bien reconocibles. Muchas viguesas de hoy podrán identificar a sus abuelas: Chicha Curbera, Anita Baker, Charo Franco, Margarita del Río, Tere Núñez, Chicha Durán, Maruja Espino, Pilar del Río, Margarita Curbera y Peque Braña, reza el pie de foto del diario portugués ‘O Século’.
Mientras su club de hockey crecía, Antonina participó en la fundación de la Federación de Hockey de Galicia y fue nombrada Presidenta de Honor por su labor como «incansable propagandista del deporte del stick», como recoge la prensa de la época en 1933.
La entusiasta Sanjurjo todavía tuvo tiempo para trasladarse a los Estados Unidos en el curso 1934/35 para disfrutar de una beca de estudios en el Smith College de Northampton (Massachusetts), pensionada por la Junta de Ampliación de Estudios (JAE). Al curso siguiente, obtuvo una bolsa en la Clark University, donde estudió Geografía y obtuvo el título de «máster». Además, mientras redactaba su tesis, trabajó de instructora en el New Jersey College for Women. Finalmente, en 1938 se doctoró en el departamento de Geografía de la Universidad de Clark.
No hay duda de que Antonina Sanjurjo era una pionera, que superó hace un siglo todos los obstáculos para abrir nuevos caminos para la mujer. Afiliada al Partido Galeguista, firmó en el diario Faro de Vigo en 1931 el “Manifiesto de las mujeres universitarias”, que pedía el voto para esta formación política gallega y a favor de un estatuto de autonomía para Galicia, dentro de la República.
Años más tarde, en 1933, en una histórica conferencia defendió la práctica deportiva para las mujeres en pie de igualdad con los hombres: “En la participación en los deportes desaparecen muchos prejuicios sociales. No hay cursis ni elegantes, ni aristócratas ni plebeyos, sino simplemente educación y buenos o malos deportistas».
Definía así a sus propias compañeras del Atlántida Hockey Club, aquellas pioneras cuyas valientes fotos volvemos a encontrar ahora en los archivos y hemerotecas de un siglo más tarde. Por su parte, Antonina Sanjurjo fallecería en 1939, antes de cumplir los treinta años, víctima de la tuberculosis. Los periódicos se llenaron de emotivas necrológicas para despedir su brillantez y su indudable capacidad de abrir nuevos caminos.