A veces, esos sonidos quedan alterados con el motor de alguna moto o de algún coche, y luego, de nuevo, vuelve a oírse el crujir de las hojas bajo los pies camino de una casa donde nos espera la el confort y la calidez de todos los días.
En algún momento quizá se nos pase por la mente la situación de aquellas personas cuya única posibilidad es buscar un rincón en algún portal o en algún cajero de un banco para guarecerse de ese viento de las noches otoñales, con la única compañía de las hojas secas que van cayendo.