En algunas calles de Vigo los locales cerrados se suceden uno tras otro, como lápidas de un cementerio. Son las otras víctimas del Covid-19. La hostelería ha sido una de las principales víctimas de la pandemia del Covid-19 y, sin temor a equivocarnos, podemos afirmar que ha sido el principal chivo expiatorio de los males causados por este virus.
El Gobierno y la Xunta de Galicia no han tenido piedad con este sector que resulta fundamental para la economía nacional; se han cebado con él. Cierto que ha sido un grave error el planteamiento económico de nuestro país, con una dependencia enorme de los servicios, del turismo y de la hostelería. Es preciso enmendarlo porque España no puede depender de una manera tan intensa de estos sectores. Sin embargo, el cambio no puede ser instantáneo porque están en juego multitud de empresas y puestos de trabajo y no se puede hacer tabla rasa de un día para otro, es preciso tener alternativas reales y actuar con prudencia.
En la ciudad de Vigo, en particular, han cerrado numerosos establecimientos de todo tipo, la mayoría son de hostelería, porque las medidas actuales, aunque un poco más permisivas, no permiten los ingresos suficientes para mantenerse a flote. Las severas restricciones nunca se justificaron totalmente porque los contagios han seguido existiendo, dentro y fuera del sector. Lo más adecuado para ayudar a la hostelería sería permitir la libertad total y recalcar, una vez más, que las medidas adecuadas y eficaces están vinculadas con las responsabilidades individuales.