En otras zonas las vistas también han quedado recortadas por motivos incluso peores, como es el número de pisos o el derrumbe de edificios de valor histórico en aras del -discutido- progreso, construyendo elevadas edificaciones que no tienen justificación frente al beneficio común de una línea de alturas razonable.
Cierto que la mayoría de estos despropósitos corresponden a otras épocas en las que el crecimiento urbano ha sido desmedido, pero algunas situaciones son más próximas en el tiempo y nadie se atreve a elevar la voz para censurarlas.
Se supone que los administradores públicos son los encargados de vigilar el interés común de toda la ciudadanía y devolver a su punto de partida cualquier tipo de exceso, algo que, por lo que se ve, nunca ocurre.