Las nuevas generaciones desconocen aquellas instalaciones como la que muestra esta fotografía. Disponían de todos los elementos necesarios para limpiar los zapatos de los clientes. Uno de esos locales de limpiabotas existía en la Rúa Velázquez Moreno, de la ciudad de Vigo, casi enfrente de lo que hoy es La Casa del Libro, donde antaño estuvieron los “Almacenes El Pilar” y antes el “Bazar de Villar”, e incluso mucho antes el elegante “Café Colón”.
La rutina del limpiabotas siempre era la misma. El cliente se sentaba en uno de los sillones y colocaba uno de sus zapatos sobre el soporte. Mientras el limpiabotas iba realizando su labor se entablaba una conversación, o bien entre los clientes o entre el cliente y el limpiador. En otros casos el cliente se limitaba simplemente a leer el periódico mientras el “limpia” realizaba su trabajo. En cada lado del zapato introducía un pequeño cartón oscurecido y endurecido por la limpieza de tantos zapatos. Esos cartones tenían la finalidad de proteger los calcetines para que no se mancharan. Con el cepillo quitaba el polvo de los zapatos y luego les aplicaba crema con ayuda de un paño. Después les sacaba brillo, primero con ayuda del cepillo y al final frotándolos con enorme destreza con una gamuza. Primero un zapato y luego el otro. El resultado era realmente espectacular.
El servicio del limpiabotas no era caro, pero hacía falta limpiar muchos zapatos para sobrevivir. Por supuesto, había que limpiar muchos más para pagar el alquiler y los costes de un local. Seguramente por ese motivo y por la aparición de nuevos productos de limpieza fueron cerrando todos aquellos locales. Durante algún tiempo aún existieron algunos limpiabotas que trabajaban individualmente en determinadas zonas, pero ya hace tiempo que no se ve ninguno. El trabajo de limpiabotas era un trabajo muy sacrificado y muy poco valorado del que ahora sólo queda el recuerdo. Aunque esa fotografía está tomada en la actualidad en el centro de la ciudad de Oporto.