Como se recordará, estaba en Vigo a la sazón la Armada Española, al mando del Almirante Marqués de Villafiel, reparando averías y en espera de nuevas órdenes para proseguir viaje a los Países Bajos.
En este día que reseñamos entró en puerto un navío holandés, el cual dio parte al Almirante de que a bordo venían once moros piratas, encerrados por los tres únicos tripulantes que le quedaban a la nave: dos holandeses y un griego. Sucedió que corsarios de Argel se apoderaron del barco en el Canal de la Mancha y dispusieron la tripulasen los referidos once moros, auxiliados por los tres europeos de la dotación primitiva. Estos, en ocasión de haberles avistado tres barcos ingleses, convencieron a los feroces moritos de que, si su presencia era advertida por los británicos, vendrían contra el barco para ahorcarlos a todos, por lo cual lo más prudente era que se escondiesen en el sollado.
Así lo hicieron los piratas -que casi se nos antojan piratas de película en colores- e inmediatamente los holandeses y el griego cerraron y clavaron los escotillones, sin darles tiempo a reaccionar. Por un pequeño agujero les pasaban la comida. Y así navegaron, gobernando la nave entre los tres, hasta arribar a puerto seguro.
Al llegar felizmente a Vigo pidieron al Almirante se les concediese la embarcación, como presa suya. Se abrió la oportuna información judicial, y el Auditor de la Armada, D. José de Castro y Liseras, dictó en favor de los hábiles extranjeros, que pasaron a ser dueños de la embarcación y su carga, inmediatamente vendidos en Vigo. Los moros astutamente cazados, quedaron prisioneros en nuestra ciudad.., y ahí termina la historia.
8 de julio de 1679. Xosé María Álvarez Blázquez. «La Ciudad y los Días. Calendario Histórico de Vigo» (Editorial Monterrey, 1960).