España perdió sus últimos territorios de ultramar Cuba, Puerto Rico y Filipinas en la guerra de 1898 contra los Estados Unidos. Fue una guerra desigual entre una potencia emergente y otra en declive. Una respuesta militar con el envío de 300.000 soldados en 1895 para luchar contra el partido revolucionario de José Martí en la isla cubana.
A comienzos de 1897 hubo dos circunstancia importantes: por un lado el partido liberal en España con Sagasta al frente comenzó a pedir una política de negociación y no militar y por otro en EE.UU. llega a la presidencia el republicano McKingley partidario de la guerra para anexionarse las posesiones españolas.
A miles de kilómetros de Cuba, en Filipinas la bandera de la revolución la enarboló José Rizal. En 1897 los independentistas tagalos se sublevaron y la respuesta española fue particularmente dura. José Rizal fue acusado de sublevación, fue juzgado y fusilado, lo que supuso la mecha definitiva para que la población nativa se sumara a la guerrilla.
Esta era la situación cuando el 25 de abril de 1898 Estados Unidos le declaraba la guerra a España. La explosión del acorazado «USS Maine» el 15 de febrero en la bahia de La Habana, le sirvió como excusa al gobierno norteamericano para poder comenzar el conflicto bélico contra nuestro país.
Despues de unas cuantas batallas muy desiguales debidas a la diferencia entre el armamento español y norteamericano, el 10 de diciembre de 1898 se firma el tratado de paz entre ambos países en París, mediante el cual España perdía Cuba, Puerto Rico, Guam, Filipinas y otra posesiones menores.
Soldados españoles en Filipinas.
El 12 de agosto de ese mismo año se había firmado el armisticio entre los dos países y a partir de esta fecha los soldados españoles comenzaron a ser repatriados. Vigo era una de las ciudades con más posibilidades de ser elegidas para recibirlos, debido a su puerto y a la existencia del lazareto de San Simón, en el cual pronto comenzaron las obras para poder recibir a un gran número de soldados.
La ciudad se puso a la tarea con su alcalde López de Neira al frente, por lo que se adaptaron almacenes del puerto para albergar a las tropas. Por otra parte el Hospital Militar fue ampliado para poder ecibir a los soldados más graves. Fueron habilitados tambien como hospital provisional el cuartel del castillo de San Sebastián y las Escuelas Públicas del Arenal.
El capitán General de Galicia pidió al Gobierno buques mercantes que pudieran funcionar como lazaretos para el caso de soldados necesitados de cuarentena. Dicha petición fue rechazada.
Los soldados eran bajados al muelle.
Despues del armisticio Vigo acogió a buques en su puerto que venían con los soldados derrotados, como el «Isla de Luzón», «Villaverde», «Cheribón», «Leon XIII», «San Francisco», «Puerto Rico» o «Montevideo», que fueron conocidos como los barcos de la muerte, ya que los soldados repatriados llegaban en condiciones lastimosas, entre heridos de guerra y enfermos por paludismo, anemia, disentería, tuberculosis o fiebre tifodea. No pocos morirían en plena travesía.
El primer buque en llegar a nuestro puerto fue el «Isla de Luzón», haciéndolo el 28 de agosto con 2.056 soldados de tropa y 157 jefes y oficiales. Ese mismo dia 414 militares enfermos desembarcan del barco en la isla de San Simón. El buque fue sometido durante tres días a un proceso de limpieza y desinfección fumigándose todos los equipajes y ropas para evitar contagios. A la izquierda, escultura en Pereiró en honor de los soldados muertos.
Los soldados sanos comenzaron poco a poco a ser desembarcados en gabarras que los acercaban a nuestro puerto, si bien muchos de ellos eran bajados a tierra con grúa en grandes cajas de madera a modo de camillas porque no se sostenían en pie. El lugar fue acordonado por soldados del Regimiento Murcia, donde se procedía a la separación de los soldados débiles pero sanos y los enfermos no contagiosos que eran trasladados a los hospitales.
El «Faro de Vigo», al ver la magnitud del problema, hizo un llamamiento para que las familias viguesas se hicieran cargo de los pobres infelices que no padecían enfermedades contagiosas. La ciudad se volcó en ayudar a nuestros soldados, los hombres ayudando a transportar las camillas y las mujeres auxiliando a los soldados. A la derecha, portada de «Faro de Vigo» anunciando la llegada del «Isla de Luzón».
Muchos de los que no necesitaban hospitalización, siguiendo la petición del Faro fueron acogidos en domicilios particulares, las despensas de las familias fueron vaciadas y se recogieron grandes cantidades de dinero en donativos a la Cruz Roja
En muchos establecimientos hosteleros de la ciudad a los soldados llegados no se les cobró la consumición, extendiéndose por la ciudad un ola de afecto y consuelo hacia ellos. Muchas personalidades viguesas hicieron inmediatos donativos, como D. Dario Perez donó un carro de gaseosas de la marca Hermanos Troncoso o el ingeniero Garcia Arenal hizo donación de cientos de litros de leche y caldo reconstituyente.
La Cruz Roja fue de gran ayuda desde el primer momento, ya que estaba en los muelles con personal voluntario propio, instalando un pequeño hospital de campaña para primeros auxilios, allí los acomodaban y les proporcionaban bebidas calientes como sopa o caldo, además de agua, leche, jerez, té y limones.
Los pobres soldados que fallecían eran enterrados en recién inaugurado cementerio de Pereiró. En 1906 se levantó allí un gran mausoleo en homenaje a los soldados enterrados en nuestra ciudad. En él se ve la figura de un soldado en posición encogida abrazado a la bandera española que ellos habían defendido.
A principios de octubre de 1899 el delegado especial de la Cruz Roja local Ricardo Morais Varona, hizo la solicitud al Ministerio de la Gobernación para que le fuera concedido a nuestra ciudad el título de Siempre Benéfica por los servicios prestados a los repatriados.
La resolución del Gobierno de la nación del dia 3 de enero de 1900 concedía el título de «Siempre benéfica» a la ciudad de Vigo, lema que figura desde entonces en la banda inferior del escudo vigués.
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