En 2021, la pandemia deja a Vigo sin carnaval. Pero hubo años peores: por ejemplo, las largas décadas en que la dictadura franquista prohibió estas fiestas. Y, sobre todo, dos momentos terroríficos en la historia de la ciudad. En 1903, una masacre en la plaza de la Constitución en la que la Guardia Civil y la Policía Municipal dispararon a quemarropa contra la multitud, provocando tres muertos y numerosos heridos. Y, en 1910, el pavoroso incendio del teatro Rosalía de Castro, tras un baile de máscaras organizado por la sociedad ‘La Oliva’.
El primer suceso aún sigue envuelto en brumas. Sucedió un martes de carnaval, el 24 de febrero de 1903. El centro de Vigo estaba muy animado de murgas y comparsas, mientras desde los balcones la gente tiraba serpentinas y caramelos, congregando a los niños, que corrían por la calle del Príncipe entre las máscaras.
En medio de la fiesta, el guardia municipal número 25 se encaró con una máscara y hubo de separarlos un inspector de policía, que se llevó detenido al juerguista. Pero, minutos después, el mismo guardia regresaba al lugar acompañado del jefe de la Policía Municipal, Prudencio Contreras, hombre odiado en media ciudad porque, como los hechos demostrarán, se comportaba como un infame matón.
Ante la sociedad El Gimnasio, donde se concentró una murga, el guardia y su jefe desenvainaron sus sables y cargaron sobre la multitud, provocando algunos heridos desde la calle del Príncipe hasta Urzaiz, mientras en apariencia perseguían a un vecino en concreto. De regreso hacia la Porta do Sol, se sumaron más guardias al agente número 25 y a su jefe, todos sable en mano, mientras los vecinos se les encaraban protestando, y comenzaban a tirarles objetos desde los balcones.
Según la investigación posterior, ante el ayuntamiento (en aquella época situado entre la plaza de la Constitución y la de la Princesa), también les arrojaron piedras, que algunos vecinos habían podido obtener de una obra cercana. Se dice que eran del edificio El Moderno, el lujoso hotel diseñado por Pacewicz, pero esta construcción había sido rematada un año antes, en 1902.
Finalmente, se sumó a la policía municipal la Guardia Civil, con el capitán Millán y el teniente Macías, seguidos de doce guardias de infantería y dos de caballería, que se situaron ante el vestíbulo del ayuntamiento en dos filas ante la multitud que protestaba. En los instantes siguientes, todo se vuelve confuso. Algunos testigos escucharon un toque de corneta, otros la orden dada por Prudencio Contreras… lo cierto es que comenzó una descarga de fusilería sobre la multitud y se consumó la masacre. El drama se saldó con numerosos heridos y tres muertos: el niño Cosme Martínez, de 14 años, que vendía confeti en la plaza; Rogelio Rey, un vecino de Gondomar que disfrutaba del carnaval en la ciudad; y uno de los disfrazados presente en la discusión inicial, José Lorenzo Iglesias, que no murió por los disparos de fusil sino a consecuencia de los sablazos recibidos por el infame Contreras.
En el ‘Noticiero de Vigo’ leemos al día siguiente la crónica de la muerte del niño de 14 años, llamado Cosme Martínez Pinilla. “La bala le penetró por la espalda y le salió por el pecho. Cosme dedicábase a la venta de serpentinas y confetti, y cuando le sorprendió la muerte se hallaba ejerciendo su industria ante las máscaras”.
El periodista continúa: “Poco después de los disparos se presentó en el Cuarto de Socorro la madre del niño, que es aguadora y vive en la calle de la Ronda”. El cronista retrata una escena desgarradora: “La infeliz mujer daba angustiosos gritos, estrechando convulsivamente el cadáver de su hijo, que –decía- era el sostén de su casa y su única esperanza. Poco antes de ocurrir el suceso, Cosme había entregado a su madre seis reales producto de la venta de serpentinas”.
El escándalo dio la vuelta a España y en Vigo los sindicatos convocaron una huelga general. Pero, pese a la investigación oficial abierta, se tapó el crimen y se hizo poca justicia.
Sólo siete años más tarde, hubo un nuevo drama, aunque por fortuna sólo con daños materiales. A primera hora del 8 de febrero de 1910 ardía el Teatro Rosalía de Castro, un suceso que conmocionó a la ciudad. La noche anterior, había acogido un baile de máscaras organizado por la sociedad La Oliva. El edificio quedó arrasado y el filántropo García Barbón tuvo que financiar en el solar la construcción de un nuevo teatro, diseñado por Antonio Palacios.
Con estas dos desgracias se inauguraban los carnavales vigueses de hace un siglo. Fueron dos tragedias, de 1903 y 1910, que no consiguieron doblegar al Entroido de Vigo. Sí lo hizo el franquismo, que prohibió la celebración oficial de estas fiestas, y lo hace ahora, en 2021, un diminuto virus coronado.
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