En aquella época, siempre había alguna furgoneta gris de la policía aparcada junto a la acera. El número de furgonetas servía, precisamente, de termómetro de los conflictos —reales o previsibles— en la ciudad y alrededores, puesto que en los momentos de mayor tensión social el número aumentaba considerablemente.
Existen muchas anécdotas de todo tipo relacionadas con esas dependencias policiales de los “grises”, que era como popularmente se conocía a este tipo de policía que vestía, precisamente, de gris. Pero lo que muy pocas personas saben es que en ese mismo edificio y en ese mismo local había un depósito de la prestigiosa compañía “Hilaturas de Fabra Coats”. La delegación estuvo abierta desde el año 1924 hasta el 1934, año en que la empresa decide cerrarla. Así es, que la familia del representante de la compañía se ve obligada a retornar a Bilbao, y, por los avatares de la vida, cuando comienza la guerra española de 1936, algunos de sus miembros formaron parte de aquel grupo de españoles que fueron llevados a Rusia y que eran conocidos como “niños de la guerra”. Luego, ya rizando el rizo de la vida, alguno de ellos volvió a Vigo a mediados del siglo veinte para trabajar en una importante empresa del entorno.
Una vez más queda de manifiesto que Vigo es una ciudad llena de historias sencillas y cercanas que muchas personas desconocen, quizá por la continua agitación de la vida ciudadana, de su comercio y de su industria; una ciudad siempre pujante e imparable. Pero de vez en cuando es necesario rememorar su pasado, siquiera para que no se olvide.