Surgió en los años 80 del siglo XIX y nunca tuvo buena fama. Porque el llamado túnel de Los Caños, que acaba de reaparecer con las obras en la Porta do Sol, fue durante medio siglo un agujero mal iluminado y peor oliente, por donde se aventuraban los vigueses para cruzar entre la calle del Príncipe y la Alameda. En el diario Faro de Vigo, escribía un redactor en 1883: “Es una queja general en el público, el estado medroso, lóbrego y oscuro que, por la noche, ofrece el nuevo puente con honores de túnel, levantado en la calle del Salgueiral, que desemboca en la subida de La Gamboa, sin un farol que alumbre sitio tan sospechoso y adecuado para una desgracia a mano armada u otro incidente”.
El periodista pide que al menos se ilumine el pasadizo: “Esperamos que, ya que aquella mazmorra no tiene al parecer remedio, se evite al menos poniendo una luz bajo el arco que no sirva de teatro al crimen, facilitando por otra parte el tránsito que por ella se hace entre las calles del Principe y La Victoria”.
En otros artículos, ya con el cambio de siglo, abundan las crónicas que denuncian el mal olor del túnel, convertido en un mingitorio utilizado sobre todo por los juerguistas nocturnos, de forma que por las mañanas el olor a orines se hace insoportable.
Dieciocho metros por 2,5 de alto
El túnel discurría a lo largo de dieciocho metros, desde la calle del Príncipe hasta la calle de Los Caños, llamada así porque en su tiempo hubo allí una fuente muy utilizada. Tenía dos metros y medio de altura y su bóveda de cañón la constituyen las piedras que acaban de aparecer en las excavaciones con motivo del nuevo túnel que conectará la Porta do Sol con el paseo de Alfonso a través de la calle Elduayen.
Buceando en las hemerotecas, vemos que el túnel estuvo en uso peatonal hasta la década de los años 30 del siglo XX. Más tarde, se le dio una concesión al carpintero Benito Varela para usar parte del túnel para sus actividades, aunque en un pleno municipal de los años 50 se le retira este permiso. También Unión Fenosa llegó a utilizarlo para situar allí algunos equipos, como vemos en un anuncio en prensa de 1961 cuando la compañía avisa de un corte del suministro para reparar el transformador de la “Calle de Caños”.
Pero una de las estampas más terribles del famoso túnel fue cuando, hace exactamente un siglo, en el año 1922, una familia se refugió en él para vivir. Lo cuenta el diario Galicia, editado en Vigo, que denunciaba la terrible estampa, provocada “por la falta de vivienda en la ciudad”. Así narra el periodista la escena de aquella familia que duerme sobre unas mantas en medio del túnel: “Por la calle de los Caños desfilaron incontables personas de todas las clases sociales a presenciar el trágico cuadro que hemos intentado bosquejar”, para posteriormente criticar que no se intervenga para ayudar a aquellos desgraciados: “No sabemos que autoridad alguna se haya dignado acudir al túnel en donde una familia tuvo necesidad de instalar su hogar por falta de vivienda”. En su artículo, destaca las “condenaciones rotundas” que los lectores del diario les han hecho llegar a la redacción ante la dramática escena.
Durante la II República se tapió el túnel pero en el año 1962 volvió a ser noticia, cuando aparecieron hundimientos en varias zonas de la calle Policarpo Sanz. En El Pueblo Gallego leemos un reportaje que narra que “poco a poco se está hundiendo parte del pavimento de Policarpo Sanz y de la acera que circunda el Banco Hispano. Hemos comprobado que el desnivel es ya de unos cuarenta centímetros”, explica la crónica: “Hay peligro de hundimiento. Ya sabrán muchos de ustedes que bajo esta zona existió un pasadizo subterráneo que tenía su entrada por medio de una escalerilla hoy desaparecida”.
Aunque se dice que el túnel había sido rellenado con piedras y escombro, lo cierto es que hubo que hacer obras de reparación del pavimento en los años 60 del siglo XX para evitar el hundimiento de Policarpo Sanz.
Así que el viejo túnel de Los Caños se resiste a desaparecer. Su bóveda ha vuelto a emerger ahora, bien entrado el siglo XXI, con las obras del nuevo túnel de la Porta do Sol. Y, con ello, nos trae a la memoria un pasadizo que, desde el siglo XIX, y durante más de cincuenta años, dio servicio a la ciudad pero nunca, jamás tuvo buena fama.
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