«Los Procuradores generales y diputados de abastos de la villa dirigen un patético escrito a la Justicia y Regimiento, para que éstos den conocimiento al general Chalot del estado calamitoso de la población. Desde hacía 12 días no entraban subsistencias en la villa, pues las autoridades francesas habían cerrado las puertas a cal y canto. “Los clamores del pueblo hambriento –decían– son penetrantes y tocan en el extremo de la desesperación a que lo precipita la miseria… El destrozo violento que las tropas francesas hacen en las casas de los pobres habitantes, arrebatándoles cuanto tienen, segando sus mieses y hortalizas hasta preferir el alimento de sus caballos al de los vecinos, inutilizando la cosecha venidera con la destrucción de viñas y sembrados, todo aumenta el conflicto”. Pedían, en consecuencia, que se permitiese la salida de los vecinos al campo, para que pudiesen aprovisionarse de lo más necesario.
En realidad, la penuria no era tan aguda. Los vecinos, avisados por el alcalde Vázquez Varela de que las fuerzas de la guarnición realizarían una requisa de víveres, habían ocultado éstos, y ahora se trataba de forzar la comunicación con el exterior, no sólo justificando la falta de vituallas, sino, principalmente, para facilitar el intercambio de mensajes entre patriotas de dentro y fuera, como así se realizó. La añagaza surtió su efecto; las puertas fueron abiertas y con ello se hizo posible que la población conociese de antemano los planes de los sitiadores y pudiese secundarlos con gran eficacia, llegado el día del asalto».
24 de marzo de 1809. Xosé María Álvarez Blázquez. «La Ciudad y los Días. Calendario Histórico de Vigo» (Ediciones Monterrey, 1960).