Sin embargo, sólo se trata de un par de zapatos abandonados en el escaparate de un antiguo comercio que ha cerrado sus puertas, donde se acumulan los escombros y una mano inanimada y desprendida de un maniquí al que no le dieron la posibilidad de revelarse contra los cambios del destino. Quizá sea que nadie quiso aprovecharse del último saldo de existencias del comercio, a precios de casi un regalo. O quizá fuera que el número o la horma del par de zapatos sean tan especiales que no hayan servido para calzar a ninguna clienta. Quizá sean especiales para una mujer que nunca llegó a entrar por la puerta y por eso los han dejado en ese escaparate con la esperanza de que la historia termine como en el cuento. Lo cierto es que algún día el comercio y el escaparate serán destrozados para dar paso a un nuevo establecimiento comercial. Pero, por lo pronto, esos zapatos blancos y que sin polvo serían impolutos, le darán un toque de romanticismo a un escaparate que pasará inadvertido para la mayoría de los transeúntes, pues sólo los más sensibles serán capaces de imaginar alguna historia que bien podría ocupar las páginas de algún libro.