Así es que, de unos años a esta parte, las bellezas de la ciudad de Vigo no sólo se reducen a sus playas de arena fina y blanca, sus islas Cíes, su ría, sus montes y sus parques. El equipo de gobierno local ha propiciado la recuperación de rincones y plazas, de lugares que antes estaban olvidados o que pasaban inadvertidos y que ahora son puntos de reunión y diversión de propios y foráneos. La ciudad entera, tanto en el centro como en los barrios periféricos, se ha ido llenando de creaciones artísticas en medianeras, muros y rincones que antes sólo eran puntos grises y focos de fealdad urbana, dando paso a la participación de nuevos creadores y contando, también, con firmas artísticas que traspasan nuestras fronteras y que destacan en el plano internacional del arte, como es el caso de Antón Pulido o de Nelson Villalobos. Asimismo, las barreras arquitectónicas se van rompiendo con ascensores y escaleras mecánicas para facilitar el acceso de toda la ciudadanía a todas las zonas de una urbe que ha ido creciendo en torno a una orografía natural llena de altibajos, de subidas y bajadas. Y para muestra de todo ello esta fotografía, tomada en uno de los rincones vigueses más agradables. Se trata del mirador del Paseo de Alfonso XII, un lugar bullicioso y lleno de bares y terrazas junto al olivo centenario que forma parte del escudo de la ciudad, para disfrutar de las luces del atardecer y de unas puestas de sol que embelesan y que nunca se repiten.