El reflejo de las luces de la ciudad y de todas las demás poblaciones costeras sobre las aguas de la ría de Vigo le confieren al entorno una atmósfera romántica y casi mágica, ya sea invierno o verano. Y alejando la vista del mar los efectos luminosos no son menos interesantes. Prueba de ello es la confluencia de la avenida de las Camelias con la Rúa Venezuela y la Rúa Marqués de Alcedo, con el olivo metálico que conmemora el bicentenario de la ciudad, una escultura de Silverio Rivas de siete metros de altura y construida en acero inoxidable, en la que se mencionan los barrios de la ciudad olívica. Las luces de la noche viguesa son diferentes.