Vigo no sólo fabrica coches. También los utiliza. Ya en 1958, cuando se inauguró la factoría de Citroën, la ciudad contaba con ocho mil turismos matriculados, mientras que actualmente hay más de 150.000, con más de un coche cada dos habitantes, una ratio que sólo supera en España la ciudad de Murcia. El crecimiento exponencial del parque móvil local vivió en los años 70 un primer colapso, ante la falta de estacionamiento. “Encontrar aparcamiento en Vigo no es difícil: es imposible”, sentenciaba El Pueblo Gallego en una crónica de abril de 1974. Y aquel mismo año se inauguraba el primer parking subterráneo, el de la Porta do Sol, vendido como el colmo de la modernidad.
“Usted puede elegir el lugar donde dejará aparcado su coche durante el tiempo que necesite para hacer sus gestiones. Podría ir derecho a su cita sin perder más tiempo en aparcar”, rezaba la publicidad de aquel estacionamiento, que añadía más ventajas: “Se ahorrará nervios y el desgaste de su coche y la gasolina buscando un hueco inútilmente”, especificaba la publicidad, que añadía: “Dejará de encontrar su coche recalentado o el motor frío, dado que no estará expuesto a temperaturas extremas”.
Plaza del Capitán Carreró
Las obras de aquel primer aparcamiento, bajo la entonces llamada con nomenclatura franquista como “plaza del capitán Carreró”, habían comenzado hace ahora medio siglo, en 1973. Los trabajos concluyeron a tiempo para la apertura oficial la víspera del 18 de julio de 1974. Informan los diarios que el flamante estacionamiento tiene entrada por la Porta do Sol y salida por la calle Carral. Cuenta con 247 plazas y ocupa una superficie de 7.360 metros cuadrados. “Usted y su coche apreciarán sus ventajas”, decían los anuncios en prensa.
En los meses anteriores, se suceden las noticias en El Pueblo Gallego criticando la falta de plazas de estacionamiento en Vigo. El diario publica el 29 de enero de 1974 un reportaje en el que contabiliza 183 señales de “prohibido aparcar” instaladas durante los años 1971, 1972 y 1973: “una verdadera plaga de la que no se salva ninguna calle”, afirma el cronista. Además, por todas partes se exige el “disco horario de la zona azul” y la grúa se emplea a fondo para retirar los coches mal aparcados.
Campaña a favor
Por lo visto, a nadie se le ocurre retirar turismos del centro urbano y los periódicos hacen campaña a favor de llenar las calles de automóviles. Recordemos que “peatonalizar” es un verbo que no entró en el Diccionario de la Real Academia Española hasta el siglo XXI, a partir de su 22 edición del año 2001. Para abundar en esta curiosidad, cuando Lois Pérez Castrillo era alcalde y se “peatonalizó” la calle Urzaiz en O Calvario, la palabra “peatonalizar” no estaba reconocida, al igual que es una reciente el término gallego “peonalizar”, ahora recogido en el “Diccionario” de la RAG.
Así que el parking de la Porta do Sol es recibido como una gran novedad. Poco después, el 5 de noviembre de 1974, se abre el segundo subterráneo: el de la plaza de Portugal, con 203 plazas y seis mil metros cuadrados construidos. Los precios eran acordes con los de hace medio siglo: 15 pesetas (9 céntimos de euro) la primera hora y un duro las siguientes. Las obras también aquí se demoraron más de un año y obligaron a retirar la pérgola de Jenaro de la Fuente, que hoy podemos ver en Bouzas, y las escaleras que daban acceso a dicha plaza, que ahora están situadas en la praza do Rei con la ronda de Don Bosco.
Tercer aparcamiento
En la plaza de Portugal se destacan las “barreras automáticas, cuadro de mandos y control centralizado”. Además, el parking contaban con “aseos, vestuarios para los empleados, oficinas, ventilación a base de impulsores y extractores (…) hidrantes y control de CO con puesta en marcha automática de ventilación”. Las crónicas elogian tantas modernidades.
Además de estos dos aparcamientos, para la misma época estaba proyectado un tercero bajo la plaza de Compostela, aunque finalmente no se llegó a construir.