En la fotografía puede intuirse la evolución de los movimientos sincopados del nadador, un brazo y luego otro, con los pies en movimiento y la cabeza asomando discretamente sobre la superficie, todo ello coordinado como los instrumentos de una orquesta. Además del placer de sumergirse en las aguas —en este caso del mar—, la natación permite al ser humano emular el desplazamiento de los peces, quizá tratando de rememorar de modo inconsciente las teorías que defienden que nuestro origen estuvo en el mar.