Sin embargo, una vez más, algunas personas se dedican a robar —no existe mejor palabra para definir este tipo de actos— lo que pagamos entre todos con los impuestos. Los argumentos son de sobra conocidos: por una sola planta no va a ocurrir nada, no se va a arruinar la ciudad; al Concello —que por cierto representa a toda la ciudadanía— le cuesta muy poco porque compra muchas y le hacen precio. En fin, argumentos que de ningún modo justifican una actitud antisocial que debiera ser perseguida y castigada de modo ejemplar, sin que por ello dejemos de ser demócratas y progresistas.