Se intuye una persona absolutamente independiente y que ha roto con casi todo, que va rodando, la mayoría de las veces, en solitario por calles, plazas y carreteras, sin otro rumbo que adonde le lleve la vida y el deseo de cada momento. En la novela de Kerouac, ambientada un poco antes de 1950, los protagonistas recorren la Ruta 66 norteamericana. Y se pone de moda.
En este caso quizá no llegue a ponerse de moda ninguna ruta nacional, ni siquiera local, pero, sin duda, el viajero va bien pertrechado para los tiempos que vivimos. La bicicleta lleva una rueda de repuesto en la parte delantera; en el manillar lleva varios teléfonos móviles; asimismo, una enorme guitarra con su funda rígida, una bota de vino, paraguas, auriculares…, y un sin fin de aditamentos que inducen a pensar en un aventurero previsor.
Transporta muchísimas cosas, en efecto, pero es muy probable que lo único que le falte sea lo que anuncia el cartel colocado a la entrada del comercio de estética: “Jabón natural a la leche de burra”.