Repasando la prensa de hace un siglo recogemos curiosas notas. Con frecuencia nos hemos referido en estas páginas al ejercicio, en nuestra ciudad, de oficios y profesiones, unos desaparecidos ya, en virtud de la evolución de los tiempos, otros en plenitud hoy, porque el mismo progreso les ha favorecido. Hace apenas unos días recordábamos la efeméride relativa al primer odontólogo estable que hubo en Vigo. De médicos, cirujanos y boticarios, la estirpe es más rancia y numerosa; pero dentro de aquellos, florecieron mediada la pasada centuria- y han dejado vástagos casi hasta nuestros días – ciertas ramas originales, con ímpetus proselitistas y ribetes de sectarismo científico, entre las que cabe destacar la de los médicos homeópatas. Vigo, naturalmente, tuvo también el suyo, acaso no el primero, pero nuestras informaciones retrospectivas no llegan más atrás. El socorrido archivo de Faro de Vigo nos guarda la noticia: “Se acaba de establecer en esta población el profesor en medicina y cirujía D. Onofre de Rubín, recién llegado de la corte, donde practicó la medicina homeopática. Vive en la casa núm. 12 de la Plaza de la Constitución.”
Don Onofre, al igual que sus correligionarios, lo curaba todo con una pildorita miligramática. Si acaso, para ayudar un poco a la sutil terapéutica, echaría mano de vez en cuando de la “tierra de Judea”, de las “limaduras de asta de ciervo” y, en casos especiales, de las modestas “sanguesugas” del país.
Tal vez por hacer contrapunto jocoso al nuevo galeno, recién llegado de la corte, un humorista del citado periódico publica también en este día la siguiente receta:
“Cólera. No hay ya que temer a este terrible azote de la humanidad que ha venido a sustituir a otro menos temible, vencido en los días 17,18 y 19 de julio por los valientes de las barricadas. El siguiente antídoto contra el cólera, del primer médico de Sajonia, Noryerk, nos devuelve la confianza y la calma , observando estrictamente la siguiente receta:
“Veinte dosis de calor.- Cinco id. de limpieza.- Doce id. de moralidad.-Dos id. de buen sueño.- Diez id. de aire puro.- Cincuenta id. de tranquilidad de espíritu.- Cataplasmas al interior de buen jamón y vino, aunque sea del más rancio, y es probado.”
El remedio, como se ve, aludía también a la efervescencia política del momento. Precisamente circula por la ciudad en este mismo día un “Programa político y económico de la Junta de comercio de Vigo”, la cual, en su calidad de provincial, se dirige a todos los comerciantes, industriales y electores de la provincia. Tras una justificación de motivos, el programa reza así:
“Unión liberal y tolerancia de todas las opiniones.
“Trono constitucional basado sobre una constitución liberal, que así coarte y reprima los excesos del poder como los de la anarquía.
“Ley de inmediata y efectiva responsabilidad para los funcionarios públicos que infrinjan las leyes constitucionales y sus preceptos.
“Ley que ataje el funesto Cáncer de la empleomanía que se infecta en todas las clases del Estado, y es el origen de las revueltas intestinas.
“Desamortización civil y eclesiástica.
“Ley que subordine los ascensos y recompensas militares.
“Supresión inmediata de las contribuciones de puertas y consumos.
“Desestanco y libre fabricación y venta de sal y tabaco.
“Reforma de la “ley” de papel sellado y giro.-Idem de la de Aranceles,-Idem de la de subsidio industrial y de comercio.- Inviolabilidad del domicilio por causas puramente fiscales.- Seguridad individual.- Construcción de vías férreas, carreteras y caminos vecinales.- Libre circulación para las personas y cosas.- Economía basada sobre la simplificación del sistema administrativo.”
Y firman el programa Francisco Tapias Ferrer, Francisco Antonio Núñez, Juan Carsi, Mariano Pérez, Antonio Conde, Carlos San Martín, Norberto Velázquez Coppa, Leonardo Pardo y Ulpiano Coca. Da la sensación de que acaba uno de recibir sus atentas tarjetas de visita…
21 de setembro de 1854. Xosé María Álvarez Blázquez. «A Cidade e os Días. Calendario Histórico de Vigo» (Xerais, 2008).