Seguramente lo han hecho con una doble intención: por una parte, la finalidad docente del cultivo como medio de conocimiento y respeto a la naturaleza; y, por otra parte, la llamada de respeto para quienes pasan frente a la verja tras la que se muestra una naturaleza prisionera de unos usuarios que deben ser sus propios cuidadores, pero nunca sus torturadores. Una acertada idea que pasa bastante inadvertida.