Dándole continuidad al anterior artículo dedicado al Metropol vamos a recorrer con paso vivo, aunque no al galope, el itinerario de las salas de baile en años algo más avanzados que los cincuenta.
De entre ellas destacaremos Las Cabañas y El Balneario, citando un poco de pasada algunas otras, sin por ello establecer jerarquía alguna, pues para aquellos que las recuerden serán las que tengan frecuentado las más relevantes. En esto como en casi todo juegan los sentimientos, más todavía con los juegos de memoria que pretenden rescatar lo vivido.
Con esta advertencia reemprendemos la marcha.
Reiniciamos en las Cabañas, propiedad de los hermanos Retorta, situada en Peniche, con espacio descubierto de gran amplitud donde se desenvolvían las destrezas en la ejecución del baile con los ritmos lentos y acompasados de los boleros, o las músicas sensuales y mestizas de la cumbia dentro de un repertorio de mayor amplitud. Al igual que en el Metropol y Jardín Park se celebraban veladas pugilísticas. Con la llegada del verano, en las Cabañas, había una cita eminentemente musical, la Fiesta de la Radio, patrocinada por Radio Vigo, según me dicen los hermanos Eladio y Carlos López Silveira. En la Fiesta de la Radio se promocionaban artistas locales emergentes y contaban con el refuerzo de algunas figuras del momento del panorama musical español. Otros negocios hosteleros y de entretenimiento de la familia Retorta fueron el Riomar en los Molinos o ya en los 80 la discoteca Bonny en la calle Pontevdra.
Nos trasladamos ahora de Peniche a Samil en los sesenta y hacemos parada en en el Balneario, tomando el tranvía que con salida en la calle Uruguay se dirigía a Bayona. Allí, comidas y cenas a cubierto y en el período estival baile en un espacio sobre la playa. Amenizando los Charles Boys, grupo liderado por el anteriormente citado Carlos Silveira, Orquesta Florida o los Cumbacheros. Al frente del negocio un vasco conocido como Patxi. Entre los visitantes en período estival, con motivo de la programación de los festivales en Castrelos, Vicente Parra o Antonio el Bailarín. Sin ser la Costa del Sol, me cuentan que en el Baleario se hacía notar un incipiente turismo de teutonas.
Abandonamos los arenales de Samil, apuramos el paso y nos vamos a la parte más interior de la Ría viguesa. Por allí salas como El Parque Azul, con ornato de vegetación abundante, en Chapela o Copacabana en Teis. Hacia el interior, por Barreiro, la Sala Palmera o Cruz Blanca por el Calvario y El Sacadero en As Travesas.
En el apartado de locales con música pero sin baile destacamos dos. La terraza del Hotel Universal con sus palmeras en el Náutico y la atracción estelar de Olga Ramos y sus couplés. En Príncipe, la cafetería Flamingo, antes La Marquesina, con sus sesiones vermú, por allí entre otros Los Tamara. Otros grupos destacados, la Orquesta Sintonía de Vigo o los Satélites de la Coruña.
Llegados a este punto dejamos las músicas sonando y que el baile continúe por todas las salas que en Vigo han sido, encrucijada sonora de tantos cantos, melodías y ritmos de ida y vuelta que envueltos en salitre entraron por nuestra Ría, bien sintetizados en la conga cubana de Ernesto Lecuona, Para Vigo me voy. Y con esta la despedida.