Sin embargo, los intereses privados de unos pocos, consentidos e incluso defendidos por algunos gobernantes y altos cargos portuarios de aquel momento —que curiosamente militaban bajo siglas conservadoras—, permitieron que la vista del estrecho quedara apantallada tras un muelle de amarre de barcos de recreo, además de privar a los vecinos de una zona de esparcimiento. Algo que podría resumirse como el perjuicio de muchos para complacer a unos cuantos poderosos.
Quienes han abierto la puerta a esas actuaciones que perjudican a la mayoría de los ciudadanos y al entorno no pueden presumir, precisamente, de amar a la ciudad de Vigo, por eso tampoco resulta extraño que pretendieran modificar otros históricos enclaves, como la dársena del Club Náutico y el malecón donde está ubicada la estatua dedicada a Julio Verne, una iniciativa que luego, por suerte para la ciudad, quedó abortada.
La fotografía, tomada desde los muelles de transporte de pasajeros de la ría de Vigo, muestra la aberrante transformación que ahora comentamos y que afecta a un paisaje que es de toda la ciudadanía. ¿Tenemos que considerarlo irrecuperable?