Pareció un golpe de estado financiero, apenas unos meses antes del golpe de Estado militar protagonizado por el general Franco. Porque, en la primavera de 1936, el pánico se apoderó de las calles de Vigo, en una crisis que en unas pocas horas amenazó con llevarse por delante a la Caja de Ahorros Municipal, que ya contaba 56 años de historia. Hubo momentos de delirio, llamadas públicas a la calma, con el alcalde haciendo proclamas en un balcón y a través de la radio, todo ello trufado con graves acusaciones a la derecha por haber instigado la crisis, en un momento de crisis política generalizada.
Todo sucedió en la mañana del 5 de junio de 1936, cuando la ciudad se dejó “absorber por una sensación casi nueva: el pánico”, según narra la crónica periodística de la época. La causa de la crisis fue un rumor que corrió como la pólvora aquella mañana: la supuesta mala situación económica de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Vigo. “La alarma, lanzada por no se sabe quién, había producido sus frutos […y] llegó pronto a los barrios extremos, viéndose llegar a infinidad personas, entre las que predominaban las mujeres, libreta en mano, hacia la Caja de Ahorros”, narraba El Pueblo Gallego.
A las doce del mediodía, la situación era dramática. La gente creía que la caja estaba cerca de la quiebra, algo que era falso. Pero con su actitud estaban abocándola a un crack financiero real. A esa hora la cantidad retirada por los vigueses ya superaba el millón de pesetas, cuando todo el dinero en bienes y depósitos del que disponía la entidad era de apenas 30 millones. Se estaban volatilizando los fondos en apenas unas horas.
Emilio Martínez Garrido
Ante la situación, el alcalde Emilio Martínez Garrido, del PSOE, quien sería asesinado meses más tarde por los golpistas de Franco, fusilado ante los muros de Pereiró, se desplazó hasta la sede de la caja de ahorros, en el edificio Bárcena, en la actual calle Policarpo Sanz con esquina a Velázquez Moreno. Allí, compareció en uno de los balcones y se dirigió a la ciudadanía pidiendo tranquilidad. Además, sus palabras fueron retransmitidas por la radio para intentar aplacar a las masas ante lo que el regidor consideraba “una maniobra de los enemigos de la República, de la Ciudad y de la institución”, como recuerda el historiador Manuel Fernández González en su interesantísima tesis doctoral de 2005 sobre el Vigo de la Segunda República.
Enseguida otras instituciones se pusieron a favor de la caja de ahorros y criticaron los rumores infundados, que todos atribuían a la derecha. Recordemos que apenas unos meses antes, en febrero de 1936, la izquierda del Frente Popular había ganado las elecciones generales, y la derecha ya había intentado dar un golpe de estado, con una maniobra en la que tanto Gil Robles como Calvo Sotelo pidieron a Portela Valladares que declarase el ‘estado de guerra’ para anular el resultado electoral y forzar una dictadura. Por tanto, el episodio del pánico financiero encajaba perfectamente en la teoría de una maniobra perfectamente orquestada.
«Maniobra» fracasada
En el pleno municipal posterior, el alcalde condenó “el atentado que -dice- no tiene calificativo, cometido contra la Caja de Ahorros” y se alegraba de que “haya fracasado la maniobra”. El republicano Andrade se adhirió al criterio del Alcalde “y agrega que es preciso considerar como enemigos del pueblo, a los que perpetran actos de esa naturaleza, adoptando contra ellos todas las sanciones que autorice la ley”.
Otro edil, Gil Santostegui, por la minoría socialista, manifestó “que lo hecho contra la Caja de Ahorros puede calificarse de salvaje y opuesto a todo sentimiento humanitario, ya que de prosperar la maniobra urdida contra aquélla, los desvalidos serían los más perjudicados”.
«Jornada lamentable»
Encontramos el editorial del diario El Pueblo Gallego del día siguiente, donde se condena sin paliativos lo sucedido, con las algaradas ante la caja de ahorros para recuperar los ahorros de miles de vigueses. Titulado “Ante la jornada lamentable de ayer”. El diario hace un canto viguista: “Tenemos fe en la potencia natural y en la valerosa conducta del pueblo que se hizo por el esfuerzo propio, sacudido por transitorias vesanías, abandonado a veces al impulso ciego de la inconsciencia, sabrá reaccionar a todo vigorosamente antes de echarlo todo por la borda”.
Además, retrata el panorama social del momento: “Vigo está aún convaleciente de serios golpes económicos. Huelga de la construcción, huelga de sardineros, huelga general, huelga de trabajadores portuarios. Pasa por otras rudas pruebas: huelga de carboneros, con paralización de este tráfico, y de la flota pesquera…” Para El Pueblo Gallego, el ataque a la Caja de Ahorros ha sido la culminación de un momento muy difícil.
Pago de las nóminas
Sin embargo, hay sospechas de que el propio rumor no fuese una maniobra premeditada. El historiador Manuel Fernández aporta una idea interesante: “A pesar de que las manifestaciones del Alcalde socialista culpaban a los enemigos del régimen, todo parece indicar que el origen de la alarma estuvo en una sesión de la Corporación municipal en la que, ante la delicada situación de la Hacienda municipal, se discutió acerca de la posibilidad de proponer a la Caja de Ahorros que se hiciese cargo del pago de las nóminas de los funcionarios municipales, lo que supondría un considerable esfuerzo económico para la institución bancaria”.
Así que la propia Corporación, cuando estudió utilizar los fondos de la propia caja para pagar las nóminas de sus funcionarios, pudo ser la que provocó el rumor que a punto estuvo de provocar un crack financiero. Pero lo cierto es que aquella primavera de 1936, el pánico se apoderó de las calles de Vigo, con miles de vigueses desatados, libreta en mano, retirando sus ahorros al filo del desastre.
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