A las lluvias invernales les han seguido los tiempos secos con intensos fríos. Pero los días gélidos serían todavía más álgidos si no fuera por la presencia del mar, que contribuye a templar el ambiente, y esa es otra de las ventajas de que nuestra ciudad sea costera y de que tenga una ría rodeada de montes.
De no ser por la presencia del mar, esas temperaturas del amanecer y del atardecer serían insoportables, aunque las temperaturas resultan incluso más bajas en determinadas zonas de la ciudad, como Castrelos, en la fotografía, o al final de la Avenida de Madrid. Son tiempos de quedarse helados, sin embargo, la ciudad de Vigo puede presumir de tener un microclima donde las temperaturas nunca llegan a ser extremas. Una suerte.