El aeropuerto de Vigo fue construido gracias al sudor de miles de vigueses. Literalmente. Porque, durante la Guerra Civil, una orden del comandante militar movilizó a trabajos forzados a todo el vecindario de Mos, Lavadores y Vigo, con edades comprendidas entre los 20 y los 50 años, para que allanasen la pista del aeródromo con jornadas de dos días cada mes, que sólo podían ser redimidas mediante el pago en metálico de la cantidad de 12 pesetas, “equivalente al doble jornal de un bracero”.
Desde el otoño de 1936, consumado el golpe de estado fascista, las nuevas autoridades deciden poner a trabajar a la ciudadanía y publican en prensa comunicados anunciando que se disponen “a convertir la meseta de Peinador en un amplio y magnífico aeropuerto. Ya han sido efectuados en dicho lugar los estudios preliminares indispensables y se cuenta con la cooperación técnica de diversos organismos y con valiosísimos ofrecimientos de empresas constructoras».
Pero pronto tienen la idea de someter a la población a trabajos forzados. Quienes tengan dinero, podrán librarse pagando la ‘redención en metálico’. Y no le será difícil librarse a los adeptos al nuevo régimen, mientras que la movilización servirá como ejemplo humillante para todos los demás. Así, se proclama que “coopere todo el vecindario, no solo de Vigo sino de los Ayuntamientos de Lavadores y Mos y con este fin han dispuesto que para la explanación de los terrenos del aeropuerto se imponga con carácter obligatorio la prestación personal a los residentes varones de los Municipios de Vigo, Lavadores y Mos, que hayan cumplido 20 años y tengan menos de 50. Estarán exentos de la prestación personal las autoridades y los militares y marinos mientras permanezcan en filas».
En los diarios de la época encontramos anuncios todos los días que, bajo el título genérico de ‘Aeropuerto de Vigo’, se moviliza a los vecinos, publicando los nombres de quienes no han comparecido, a los que se pone en busca y captura como prófugos, para su inmediato ingreso en prisión. Obviamente, la idea funciona también como sistema represivo, ya que obliga a estar disponibles a todos los vecinos, comprobando así su adhesión a las nuevas autoridades.
Además, se instalan unas oficinas en la biblioteca de la Escuela de Artes y Oficios, donde pueden ir a pagar las 12 pesetas quienes deseen librarse de los trabajos. En Faro de Vigo, leemos amenazas rotundas en anuncios de 1937, advirtiendo a los vecinos «que no hayan efectuado la redención a metálico, que tienen la obligación de presentarse sin excusa alguna a las ocho y media en punto de la mañana, en las obras del Aeropuerto de Vigo, en Peinador, con objeto de cumplir su ineludible prestación personal de trabajo, apercibidos que de no verificarlo, serán castigados. El mal tiempo, aún en los casos más extremos, no exime de la puntual presentación de los interesados en el mismo lugar del emplazamiento.»
Quienes no compareciesen tenían 48 horas para explicar los motivos y, de no haber razones muy sólidas, les esperaba «una severa aplicación de sanciones por la Autoridad Militar».
La hora de presentación en Peinador son las 8 de la mañana y la jornada de trabajos forzados se extendía durante todo el día, pudiendo recaer el servicio en cualquier fecha de la semana, lo que provocaba no pocos inconvenientes a los trabajadores que debían cumplir con sus propios horarios. Pero nada de esto disuadía a las autoridades, que cada día publicaban los nombres de los vecinos que incumplían la orden, acompañada de la calle en la que vivían, al objeto de que se personasen ante la autoridad militar por su propio pie, bajo amenaza de ser detenidos y sufrir peor castigo.
Finalmente, a partir de 1937 se relegó la importancia del aeropuerto de Peinador, cuando comenzó a funcionar el de Lavacolla en Santiago, por lo que cesó el llamamiento a los vecinos para realizar trabajos forzados. Las obras se reanudaron en los años 40, ya bajo la dirección del Ministerio del Aire, y el aeropuerto fue finalmente inaugurado en 1952.
Pero en la memoria de todos quedaron aquellos meses de terror en los que todos los vecinos de Vigo, Mos y Lavadores, de entre 20 y 50 años, fueron movilizados para trabajos forzados para allanar la pista de Peinador. Fue uno de los puntos culminantes de la maquinaria de la represión de la dictadura en Vigo, que quizá convenga recordar cuando esperamos hoy plácidamente en el aeropuerto a que despegue nuestro vuelo…
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