Vigo es una ciudad que se transforma continuamente. Crece expandiéndose y al mismo tiempo cambiando el perfil de muchas de sus calles y plazas. Hubo épocas de crecimiento anárquico. Sobre todo en la segunda mitad del siglo XX, en unos tiempos en los que todo valía y se consentía el derribo de edificios de gran valor histórico, se construían edificios con alturas que distorsionaban el conjunto o que tapaban las vistas, o que dejaban las calles oscuras y angostas.
Todo aquello quedó patente y aún perdura a lo largo del tiempo, pero las autoridades que lo consintieron en su día, seguramente de un modo no precisamente gratuito, quedaron impunes y ahora casi nadie se acuerda de sus nombres, hasta que algún día surja un historiador que redacte la factura pendiente y sus descendientes tengan que pasar la vergüenza heredada de sus padres, de sus abuelos o de sus bisabuelos.
La casa de la fotografía, en cambio, nada tiene que ver con la especulación urbanística que ahora comentamos, es algo evidente. Se trata de una modesta vivienda en la Rúa Manuel Núñez en la que es fácil observar la curiosa inclinación de la calle con respecto a la horizontalidad. Esa casa antigua y coqueta, sin duda, ha sido testigo de muchos de esos desmanes urbanísticos que han ido borrando de las calles de Vigo las construcciones históricas que ahora se añoran. Algunas se van salvando, pero, cuánto tiempo podrán resistir el empuje del dinero, la codicia. Esa es la incógnita.