Todos ellos formaban un conjunto de proveedores que iban, como decimos, puerta a puerta ofreciendo productos de todo tipo, una costumbre que hoy ya resulta anacrónica seguramente como consecuencia de unas industrias cada vez más gigantes que van extendiendo sus tentáculos de modo implacable en busca de la máxima rentabilidad, y sin importar a quienes se llevan por delante. Sin embargo, hace poco hemos topado casualmente en una céntrica calle con un vendedor ambulante de pescado fresco. A media mañana recorre las calles con el mismo carro que presumiblemente usa en la lonja, y constituye una imagen que resulta chocante en estos tiempos en los que casi todo se compra envasado o en locales preparados al efecto y cada vez más especializados.