Tengo un gran amigo al que le han regalado una caña de pescar para que ocupe parte de sus horas, ahora que está jubilado. Se trata de una persona que siempre ha estado muy activa e implicada en su trabajo. Pero su tren laboral se ha detenido indefinidamente y las horas parecen más duraderas de lo habitual.
Quienes le han regalado la caña de pescar pretenden que se aficione a una actividad que requiere paciencia, observación y algo de destreza. Yo creo que él reúne esas características, él ha sido un brillante profesional de la enseñanza, muy querido y admirado.
Sin embargo, pretende llevar la caña al puerto y empezar a pescar nada más y nada menos que lubinas. Ya le he dicho que es mejor ser un poco menos ambicioso ahora que todavía está comenzando en las artes de la pesca, y que las lubinas, de momento, es mejor que las siga comprando en la pescadería. Que en todo caso se conforme con las fanecas, que ya habrá tiempo de lucirse, que una cosa es la teoría y otra, bien diferente, la práctica.