La información debiera ser absolutamente objetiva, pero las necesidades económicas conducen, en muchas ocasiones, siquiera de un modo sutil, a inclinar la opinión del lector hacia un lado concreto, el que más interesa a las empresas o instituciones que pagan la publicidad. Ya decía un histórico y satírico medio español de mediados del siglo XX, “La Codorniz”, que “donde no hay publicidad resplandece la verdad”. Pero es una opción absolutamente ideal, porque el mantenimiento de los medios no es posible con las únicas aportaciones de las ventas, teniendo en cuenta que se compite en el precio y que existe la limitación del poder adquisitivo del lector. Sea como fuere, la lectura de la prensa, sobre todo a primeras horas de la mañana, se convierte en un auténtico placer y nadie desea ser interrumpido o molestado.