Es notoria la paciencia de las palomas esperando su hora de comer, pacíficamente y sin meter demasiado ruído. Muy diferente a las costumbres de las carroñeras gaviotas que continuamente están hostigando a quienes tengan comida en la mesa o incluso en la mano. Para una ciudad como Vigo, tanto unas como otras constituyen un grave problema de salud pública, sin embargo, últimamente parece que la población de gaviotas está más controlada que otros años. No ocurre lo mismo con las palomas, cuyas colonias proliferan por casi todos los barrios y parques. Curiosamente, en las épocas del hambre de la guerra y la posguerra constituían una opción alimenticia y, tal como se van disparando los precios de los alimentos básicos no sería de extrañar que comenzara a mermar el número de estos individuos, al fin y al cabo basta recordar las perdices y las codornices, que son parecidas. En realidad es algo cultural.