Durante muchos años fue un despacho de prensa, pero luego, con la posterior remodelación del paseo, fue trasladado a un lateral y lo convirtieron en un punto de información turística —aunque ya no funciona como tal— y un punto de venta de la ONCE. A consecuencia de su traslado desde su emplazamiento original, presentó un imperdonable defecto estructural. No se tuvo en cuenta que al nivelar su piso con la acera, el agua de la lluvia inundaba el interior del quiosco haciéndolo inservible para ese fin. Pero nadie se responsabilizó nunca de ello ni se procedió a encontrar una solución real y satisfactoria. Ahora, el histórico quiosco del Paseo de Alfonso XII languidece sin pena ni gloria a la vista de los viandantes.