Además, el libro electrónico ha irrumpido entre los lectores como una opción mucho más cómoda para facilitar la lectura y el transporte de una gran biblioteca personal a cualquier parte. Sin embargo, el libro en papel, el de soporte convencional, sigue gozando de numerosos adeptos que prefieren su tacto, su imagen, su color e incluso su olor. Porque la lectura y disfrute del libro de papel va acompañado de un ritual que no tiene parangón con el electrónico. Y la bajada de precio de los soportes electrónicos e incluso el precio de los libros digitales va ganando terreno y favorece que en las viviendas actuales, cada vez más pequeñas, pueda ganarse un poco más de espacio a costa de eliminar las grandes bibliotecas de papel. Y como quien ama de verdad los libros nunca los elimina en el contenedor de basura, o bien los regala, puesto que su valoración en el mercado de segunda mano es irrisorio, o los abandona a su suerte en algún rincón o algún banco para que los recoja —-o adopte—- otro amante de esas joyas de arte que nos enseñan y divierten. Y ahí está la fotografía como testimonio del interés que manifiesta un viandante que encuentra unos libros en un banco de una céntrica calle de la ciudad de Vigo. Y todo hace pensar en que el libro en papel ganará su propia batalla y coexistirá con el electrónico, de un modo similar a como ha acontecido con la radio cuando la televisión irrumpió en nuestros hogares.