La calle del Príncipe, de la ciudad de Vigo, siempre ha sido una de las calles más comerciales de Galicia. En la segunda mitad del pasado siglo XX, la zona comercial incluso se prolongaba por las calles adyacentes, como López de Neira, Eduardo Iglesias y Velázquez Moreno. Y también por la calle Urzáiz, la Porta do Sol y la calle Elduayen. Los establecimientos comerciales se sucedían uno tras otro sin interrupción.
Simplemente en la calle del Príncipe había camiserías como la Industrial Viguesa, sastrerías y comercios especializados en ropa de hombre, como Esmar, librerías y papelerías como la Papelería Comercial, la Papelería Española y Barrientos, joyerías y relojerías como Malde, Hermanos Hernández y Ramón Fernández, pastelerías como Las Colonias, tiendas de ultramarinos como Ricardo Costas, galerías comerciales como Alfredo Romero, Almacenes Carbajo y La Norma, grandes comercios como Olmedo, comercios de fotografía como Foto Mecánicos y Foto Pacheco, cuyo archivo fotográfico reúne la historia gráfica de la ciudad correspondiente a más de un siglo, farmacias como Carrascal, tiendas especializadas en ropa de mujer como Karina, tiendas especializadas en ropa infantil y juvenil como Kadete, cafeterías como El Príncipe y Flamingo, jugueterías como Moya, calzados Chavalín, zapatería Cruces, mercerías como La Favorita, y estancos y venta de loterías como Amalia; la lista era casi interminable y la mayoría han desaparecido.
Entre todos ellos destacaba Calzados Layton, en el antiguo número 61 (luego fue cambiado por el 57), frente al actual Museo MARCO, lo que entonces era el Palacio de Justicia. Era una de las mejores zapaterías de España y muchas personas todavía recordarán sus espectaculares escaparates y el elefante, el caballito y la jirafa que tenían dentro para hacer las delicias de los clientes más pequeños.
Una idea que surge en la emigración
La historia de Calzados Layton va estrechamente vinculada a Galicia y a la ciudad de Vigo, una historia que tiene sus orígenes en la emigración gallega. Su principal protagonista fue Armando González Portela, un emprendedor que creó la mejor zapatería de Galicia y una de las mejores de España, con tiendas en Vigo y en Ourense, porque hablar de Calzados Layton en la segunda mitad del pasado siglo XX era hablar de las mejores marcas de zapatos del mercado.
La empresa fue fundada en el año 1950 por Armando González Portela, hijo de emigrantes y nacido en Matanzas, Cuba, en 1917. Su infancia y su juventud las pasa en A Guarda y a los dieciocho años viaja a su Cuba natal, a Santo Domingo y a Puerto Rico. Después de una estancia de casi una década regresa a España y decide instalarse en Vigo y abrir una zapatería. Al comercio lo llama Layton, en relación con una embarcación de vela que le gustaba. Eligió como símbolo un zueco gallego con un mástil y una vela, y encargó unas insignias con el mismo logotipo que figuraba en las cajas de los zapatos de adultos, mientras que para las cajas del calzado infantil se utilizó un oso rojo.
Al principio eran siete empleados y un encargado, Antonio San Román, además de dos chicos de recados. Una de las empleadas era Carmen Cabrinetty de Lis, que falleció en 2020 a la edad de 108 años, por lo que fue considerada como la abuela de Vigo. El propio Armando llevaba la contabilidad utilizando los grandes libros apaisados de una época en la que aún no existían las calculadoras electrónicas ni los ordenadores personales. Revisaba las columnas de números con gran rapidez ayudándose de un lápiz y luego apuntaba el resultado en la casilla del final, sin utilizar calculadora, con una enorme agilidad mental.
Un comercio con publicidad de estilo norteamericano
Calzados Layton contaba con varios recursos para llamar la atención de los más pequeños. En el interior del establecimiento había un elefante, un caballito y una jirafa en los que podían montarse las niñas y niños. En la parte infantil de los escaparates había un osito rojo articulado que movía las cejas con admiración y movía la cabeza, un pie y un brazo, y era costumbre que los pequeños se acercaran a diario para verlo. El osito se armó y se vistió tomando como base una figura articulada de un muñeco limpiabotas que anunciaba una marca de betún, por eso movía un brazo como si estuviera limpiando un zapato. Esta decoración se cambiaba en Navidades con un Portal de Belén en el que las figuras de los pastores, la mula, el buey e incluso el Niño Jesús tenían movimiento. En el verano se montaba una playa con arena recogida en la playa de Alcabre y bañistas con los últimos modelos de bañadores de la época, al estilo norteamericano. Incluso en uno de los escaparates se llegó a colocar un barco móvil. Las necesidades del diseño y la preparación de los escaparates obligó a transformar en estudio un precioso jardín que estaba en la parte posterior del establecimiento.
Carmen Sevilla y Lola Flores se calzaban en Layton
En 1953 se inaugura una delegación de la empresa en Ourense, en el número 24 de la calle José Antonio, que hoy es el número 38 de la Rúa do Paseo. La tienda queda a cargo de Constantino Mosquera Carvajales, conocido como Tatino, un hombre de gran experiencia en el sector y muy conocido y apreciado en la ciudad ourensana, a quien la familia González López considera como uno más de los suyos. En Ourense patrocinaron al equipo de baloncesto Layton, que llegó a ganar muchas ligas y trofeos.
Como táctica innovadora de mercadotecnia, calzados Layton le regalaba un par de zapatos a cada artista que acudía a la sala de fiestas Auria, la mejor de Ourense y una de las mejores de Galicia, que permaneció abierta desde 1960 hasta 1972. Artistas como Carmen Sevilla y Lola Flores se acercaron al establecimiento para recoger los zapatos y hacerse unas fotografías que luego eran utilizadas como publicidad.
En 1961 la empresa se volvió a ampliar con la inauguración de una tienda de bisutería llamada Yaoba. Estaba ubicada en el bajo del número 37 (actualmente 31) de la calle Colón, de Vigo, y el nombre era el acrónimo formado por los nombres de sus hijos, incluyendo el que estaba en camino. La encargada se llamaba Toñita, persona de total confianza, que estaba ayudada por Pili, la dependienta. En Yaoba se vendía bisutería de alta calidad que Armando traía de exposiciones internacionales, entre esas marcas estaba Perlas Majórica.
Un hombre abierto a las nuevas tecnologías
Armando González Portela era una persona de grandes inquietudes y abierto a las nuevas tecnologías de aquellos tiempos. Cuando regresó de Puerto Rico trajo un tomavistas, una máquina de diapositivas estereoscópicas que luego había que ver con gafas para apreciar el efecto tridimensional, y un proyector de cine profesional sonoro. Una de sus películas filmadas por él recoge la cola formada ante la zapatería para acceder a las rebajas de Layton; la cola comenzaba en Vigobazar, en la calle Colón, y continuaba por delante de Pousa, Gladys, la joyería Aro, daba la vuelta por delante de ultramarinos Ricardo Costas, y pasaba por delante de Valín y de Sanchón hasta llegar, por fin, a Calzados Layton. Esas películas están actualmente en depósito en AGADIC (Axencia Galega das Industrias Culturais) para su conservación por su alto valor como documentos históricos.
Armando era amigo del propietario de la cadena de cines Fraga, y cada película que llegaba para estrenar en el cine se la confiaba primero a él para que la proyectara en pase privado para la familia y amigos íntimos dentro de la zapatería, con el proyector profesional que había traído de Puerto Rico. Se cerraban las cortinas del comercio y se disponían las sillas y sillones como las filas de un cine. Este privilegio entre amigos servía, además, para comprobar el estado de la película que sería estrenada al día siguiente.
Las tertulias de Calzados Layton
La zapatería Layton de Vigo también era un lugar de interesantes tertulias. Una de las personas asiduas era Xaime Illa Couto, presidente de la Editorial Galaxia durante muchos años y amigo personal. Armando era uno de los primeros cien suscriptores de toda Galicia de la Editorial Galaxia desde sus inicios, y compraba todas las primeras ediciones que ahora conserva la familia con enorme aprecio.
El final de una época y un merecido lugar en la historia de Vigo
En 1970 se traspasó la tienda de Ourense y en los primeros días de noviembre de 1982, el fundador de la empresa cumplió 65 años, se jubiló y cerró Calzados Layton de Vigo. El caballito y el elefante fueron llevados a la casa familiar en A Guarda, para que jugaran sus nietos.
Ninguno de sus cinco hijos continuó con el negocio familiar. Su hija Olga, la mayor, estudió medicina y se especializó en medicina interna y gastroenterología y ha ejercido como hepatóloga en Valencia durante veinte años. La segunda, Beatriz, es licenciada en económicas y es catedrática de Econometría e investigadora en Economía de la Salud, en Las Palmas de Gran Canaria. El tercero es Armando, licenciado en medicina, especialista en neumología y profesor en la Escuela Universitaria de Enfermería de Ourense. La cuarta, Ana, es licenciada en Historia y profesora de instituto. Y la quinta, Marta, es funcionaria del Instituto Nacional de la Seguridad Social. De cualquier modo, aunque Calzados Layton se haya quedado en el recuerdo, sigue ocupando una página importante en la historia de la ciudad de Vigo y de Galicia.
Anexo biográfico
Armando González Portela era hijo de Angelina Portela, natural de A Guarda, y de David González, de A Gándara. Armando era el tercer hijo del matrimonio. Nació en 1917, en la población de Matanzas, cuando la familia estaba emigrada en Cuba. Años antes de la emigración había nacido el hermano mayor, David, que con el paso del tiempo se casaría con Angelita Valverde, licenciada en farmacia. Tenían la farmacia en el número 40 de la calle Policarpo Sanz, de Vigo. Después nació su segundo hermano, Rogelio, que permaneció soltero toda su vida. Armando nació cuando sus padres estaban emigrados en Cuba y a los tres años de edad la familia regresó a España y se instaló en A Guarda, donde nacieron el resto de sus hermanos. El cuarto, Alfonso, estudió perito eléctrico-mecánico y era el encargado de mecanizar los escaparates de la zapatería, diseñados por José Prieto Villar ayuda de su hermano Manuel y de su novia Antonieta Pereira Iglesias, los dos fallecidos en 2012, que tomaban como referencia la revista norteamericana de escaparatistas Display World Magazine. En A Guarda también nacieron los dos hermanos menores, José Manuel y Luis, que se licenciaron en medicina y se especializaron en gastroenterología y urología, respectivamente, y que abrieron consulta en la calle Colón.
Armando se crió con el párroco de Salcidos, tío de su madre. A los dieciocho años, aprovechando su doble nacionalidad, española y cubana, se marchó a Cuba y luego se fue a Santo Domingo y Puerto Rico, formándose en la gestión y el comercio del calzado durante nueve años. Mientras estaba en Puerto Rico, Estados Unidos entra en la Segunda Guerra Mundial y en 1944 el ejército norteamericano invade Normandía. En ese momento, el ejército lo registra ante la posibilidad de llamarlo a filas para entrar en combate y entonces decide volver a España.
En Vigo conoce a la que sería su mujer, Olga López-Valcárcel Alonso, la hija del matrimonio formado por Otilia Alonso López y Cándido López Valcárcel. Otilia era natural de Viveiro y había estudiado piano en Santiago de Compostela. Cándido, por su parte, era natural de Sarria y se había licenciado en medicina en Santiago de Compostela y luego se había especializado en odontología en Madrid. La clínica odontológica estaba en la calle Colón, en un edificio que tuvo el primer ascensor de la ciudad, motivo por el que el humorista gallego Joselín le dedicó uno de sus cuentos, “O inferno”. En el mes de enero de 1951, cuando Armando había cumplido 33 años, se casó con Olga, licenciada en Farmacia, Químicas y Magisterio.
Armando González Portela falleció a los 72 años, en el mes de agosto del año 1989, rodeado de toda su familia y en la misma casa de A Guarda donde había pasado la mayor parte de su niñez y su juventud.
Olga López-Valcárcel Alonso, su mujer, falleció en Vigo, su ciudad natal que tanto amaba, en el mes de septiembre de 2015, habiendo tenido cinco hijos de los que han nacido nueve nietos y cinco biznietos, además de otros dos en camino. Unos años antes de su fallecimiento decidió unir sus primeros apellidos pasando a llamarse Olga López-Valcárcel Alonso. Curiosamente, todos sus hijos se apellidan González López, a excepción de su hija Beatriz, que lleva los apellidos González López-Valcárcel porque, el secretario del juzgado, que conocía a la familia de la madre, cometió el error al inscribirla en el registro.